Hay dos maneras de viajar en los asientos de un tren. En el sentido de la marcha para mirar de frente el paisaje por el que transcurre la vía o en sentido contrario a la marcha de forma que el viajero no ve venir nada y lo que observa por la ventanilla es lo que ya ha pasado mientras circulaba el tren. De frente, es posible percatarse del futuro y prestar atención a lo importante; de espaldas, es como vivir del pasado sin posibilidad de corregir lo que ya se ha visto, lo que ya ha ocurrido. Repasando la historia, da la impresión de que a nuestros presidentes, sobre todo al final de sus mandatos, les ha gustado más viajar de espaldas al paisaje. Porque Suárez no vio venir a Tejero; Felipe dejó pasar la corrupción y los GAL; Aznar se empeñó en no escuchar el rechazo a la guerra; Zapatero obvió la nítida llegada de la crisis, y Rajoy va contando los pensionistas que desfilan por la ventanilla, en lugar de ovejitas, para quedarse dormido en su asiento.

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