Menos mal que hoy se acaba el Carnaval. Cádiz vuelve a ser una ciudad normal, más o menos aseadita.
Ahora es cuando de verdad empieza mi reinado, cuando llega los aromas de incienso y azahar.
Ahora es cuando los carnavaleros se convierten en personas normales. Se quitan los disfraces y se ponen la equipación de cargaores.
Ahora los carnavaleros dejan las peñas y se van a las casas de hermandad, cambian erizos y ostiones por el pescaíto frito y en lugar de subirse a las bateas se inclinan en los reclinatorios.
Ahora cambian las letras groseras y procaces contra el Papa y se dan tres golpes de pecho por la Santa Iglesia Católica y Apostólica, por nuestro obispo Antonio...
Ahora dejan los romanceros los cartelones y toman Cruces de Guía, bacalaos y sine labes. Ahora ya no van a Pepi Mayo ni a Carnaval Cádiz sino a Orozco a encargarse el capirote y a la hermandad por la túnica.
No compran sillas para la cabalgata sino para la carrera oficial. Ahora todos somos buenos cristianos, honrados ciudadanos, no pecamos, no deseamos a la mujer del prójimo y se nos llena la boca diciendo ¡Al cielo con ella!
Ahora es cuando de verdad Cádiz se pone la careta.
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