La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Los fantasmas de Companys y Queipo

La Generalitat vuelve a atentar contra la España constitucional y en Sevilla se polemiza sobre la tumba de Queipo

Los catalanes con la tarara nacionalista y por aquí con la de Queipo. ¡Los años 30! En octubre del 34 Companys atentó contra la República proclamando el Estado Catalán y en julio del 36 Queipo la traicionó sumándose al golpe de estado. Más de 80 años después la Generalitat vuelve a atentar contra una España constitucional y democrática -siempre lo hace cuando el país goza de más libertades- y en Sevilla se polemiza sobre el enterramiento de Queipo.

Hubo muchos atentados contra la República, no sólo el de Sanjurjo o el de Franco. Y se atentó desde muchos frentes, no solo desde la derecha. Queipo es un criminal de guerra al exceder la brutalidad de su represión los objetivos militares. Pero ni fue el único ni todos los criminales de guerra fueron franquistas. Estos mataron más, no porque fueran más asesinos, sino porque ganaron la guerra y tuvieron tiempo y poder para ejercer sobre la población civil la asesina represión que durante la guerra, en la retaguardia y no en el frente, también se ejerció en la zona republicana. No todos quienes luchaban contra Franco defendían la democracia: las largas sombras de Stalin y Hitler se proyectaron sobre nuestra guerra civil convirtiéndola, no solo en un enfrentamiento entre republicanos demócratas y golpistas dictatoriales, sino entre una dictadura comunista y otra nazi-fascista.

El general Batet, que sofocó la insurrección independentista catalana defendiendo la legalidad republicana, fue fusilado tres años más tarde por los franquistas por volver a hacer lo mismo y no sumarse al golpe de estado. Así de compleja es nuestra historia. Queipo, que además de Jefe del Cuarto Militar del presidente Alcalá Zamora fue su consuegro, murió en 1951 postergado por el Régimen y convertido en un resentido señorito andaluz. Cuando su féretro pasó ante los carteles de Lo que el viento se llevó hubo rechifla general. Sus restos descansan donde en mi opinión nunca debieron hacerlo, pero allí están y sólo quienes tienen derecho a hacerlo -los hermanos de la corporación- deben decidir si siguen allí o no. A los demás ni les va ni les viene. En lo público, que es lo de todos, ya se le quitó en buena hora la avenida que se le dedicó. A la vez, por cierto, que se dedicaban calles a quienes, como la estalinista Dolores Ibárruri, ni sus más ardientes admiradores pueden celebrar como defensora de las libertades democráticas.

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