YA mismo hay que cambiar el chip. Que el Cádiz quiera continuar por la vía de la justicia ordinaria es su problema. Los jugadores y el cuerpo técnico deben pensar y sentirse ya como un equipo de Segunda División B, esa a la que nunca se debería haber vuelto y la que un poco entre todos lo llevaron.

El Comité Español de Disciplina Deportiva le ha quitado la razón al Cádiz, por mucho que Antonio Muñoz haya dicho por activa y por pasiva antes, durante y después de los continuos fallos en su contra, que les asiste la razón.

Lo impresentable en toda esta cuestión no es sólo que el Cádiz pueda tener más o menos razón en el caso, sino que hasta un 29 de agosto, en plena víspera del inicio de la Liga no se haya decidido un asunto tan vital como éste que podía afectar no sólo al Cádiz, sino a los 22 equipos de Segunda A y a los 20 que conforman el Grupo IV de Segunda B.

Ahí la burocracia falla. No es posible que entre presentación de reclamaciones, recursos, fallos y otros trámites hayan pasado casi dos meses. En una cuestión como esta se debe hacer todo por la vía rápida, de manera que en un máximo de 20 días pueda estar liquidado el asunto.

Pongamos un ejemplo. Si ahora el Cádiz fuera equipo de Segunda A, tendría una plantilla elaborada para competir en una categoría inferior y, por lo tanto, se le cortaría la posibilidad de intentar algo grande en la teoría. El caso contrario es el del Córdoba, que ha hecho numerosos fichajes para tener una temporada tranquila en Segunda y para poder aspirar al ascenso si llegara la ocasión. Si hoy se hubiera convertido en un equipo de Segunda B, la ruina económica y deportiva sería incalculable.

Pero claro, los señores del Comité Español de Disciplina Deportiva no pueden cortar sus vacaciones o no se puede arbitrar un sistema de guardia para temas urgentes como éste.