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Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

La estelada y la espiral

Las elecciones catalanas están más emocionantes de lo esperado. No hay suspense con el resultado, sino vértigo. Mas ha logrado que no se enjuicie su gestión. Todo gira alrededor de la prometida declaración unilateral de independencia. Ese primer éxito estratégico podría considerarse empañado porque la misma inminencia y radicalidad del planteamiento ha hecho que se articule por fin una argumentación seria y transversal de las sinrazones y los riesgos del soberanismo.

Argumentación a la que hay que sumar las advertencias internacionales e internas de personalidades y grupos de poder. Desde los presidentes y primeros ministros de Alemania, de Inglaterra, de Estados Unidos, a los empresarios catalanes y la banca.

En las encuestas, sin embargo, ni la autoridad de los argumentos ni los argumentos de autoridad resquebrajan las expectativas de voto independentista, cada vez más berroqueño y cerrado, como en sus caricaturas. Está al borde de la mayoría absoluta sin necesidad del apoyo de los (más) radicales de la CUP. Parece seguro el triunfo del independentismo, que vendrá, además, con la inercia del ruido y la furia de la pre-campaña y de la campaña electoral. La post-campaña será de aúpa.

Así las cosas, crece exponencialmente el vértigo ante esta espiral de la estelada. Lo que conlleva, por un lado, una cierta curiosidad morbosa, que es lo mejor que trae. O lo menos malo. Si esto es lo que quieren… Algo así como los padres de un hijo adolescente alocado, al que, con la última esperanza del desastre, se le dice muy suavito: "Venga, anda, a ver qué golpe te pegas, y ya luego, si eso, aprendes". Aunque también se vislumbra aquí y allá un temblor de piernas y un estar dispuestos a hacer concesiones desesperadas de última hora a los nacionalistas. Cuidado con eso, pues supone premiar el órdago, la deslealtad y el echar las patas por alto, que fue lo que nos trajo hasta aquí.

Si apelando al buen juicio del electorado catalán no se consigue frenar al independentismo y si se aventura que tampoco los políticos al cargo lo querrán ni lo podrán frenar después, circunscribámonos a la curiosidad de cómo reacciona el Estado entre la espada y la pared, y qué hacen las instituciones europeas y cómo se desarrollan los acontecimientos y cuáles son las consecuencias. Ya asomados al remolino, el paso atrás, si hay que darlo, que lo den los nacionalistas, que son los que están empujando.

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