Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Cuando la ex alcaldesa jerezana Pilar Sánchez denunció a Pedro Pacheco, los propios dirigentes del PSOE, como eran entonces Luis Pizarro y Francisco González Cabaña, se pronunciaron con una frase tan antigua como lapidaria: "Esto no es como empieza, esto es como termina". Ambos vivieron tiempos más o menos felices en que los asuntos de los políticos, por muy turbios y complejos que fuesen, se resolvían en una mesa camilla. Rara vez se denunciaban entre ellos en los juzgados, porque, según su código no escrito, se practicaba el hoy por ti y mañana por mí. Como se ha demostrado, el respeto por los procedimientos era más bien disperso, por lo general. Pero antaño no existía ese ardor por meter al adversario en prisión con sentencias ejemplarizantes. A lo sumo, se limitaban a darse caña en los plenos para defender sus posiciones, con algo más de preparación que ahora , por cierto e incluso se atrevían a insinuar delitos más bien feos a la prensa en algún caso. Ahora bien, rara vez se denunciaban ante la Fiscalía, porque una vez que actúa la Justicia, la política pierde su esencia y los jueces se limitan a que se cumpla la ley.

Sánchez y Pacheco trasladaron su disputa al terreno personal y la primera no se lo pensó dos veces al plantarse en Fiscalía. El alcalde andalucista acabó en la cárcel pagando tres años y medio hasta poder disfrutar, justo ahora, del tercer grado. Se le aplicó el máximo rigor punitivo. Pero el PSA también denunció a la ex alcaldesa socialista, y ella terminó en prisión por conceder irregularmente una subvención. Este virus tan envenenado contagió a la clase dirigente en todas las instituciones, desde Rota a Sanlúcar pasando por El Valle. Nuestro espíritu cainita hizo el resto. La sociedad se contagió y reclamó mano dura en las redes sociales, no pocas veces con la misma vehemencia con que discutimos en en la barra de bar. Empezaba un tiempo nuevo presidido por la judicialización de la vida política a todos los niveles que tiene a su máximo exponente en el conflicto catalán. Nunca la política fracasó con tanto estrépito para ceder su suerte ante la Justicia. Ahora son los magistrados los que tienen que dar la razón a una parte o la contraria para resolver los asuntos de interés general ante su inoperancia agravada por los escándalos ligados a la corrupción.

Aquí en Cádiz, sin ir más lejos, el fuego cruzado ha derivado en casos como Loreto, como si los jueces y fiscales no tuviesen suficiente tarea. Antes que dedicarse a su trabajo, los políticos han optado por rastrear en las cloacas cualquier indicio de delito como la principal herramienta para hundir al adversario. Nada más acceder al poder, de hecho, unos y otros trasladan la sombra de la sospecha anunciando una auditoría a fondo de la gestión anterior. En lugar de luchar por sus ideas en los debates plenarios, como la mayoría carece de argumentos, dedican gran parte de su tiempo a husmear en los cajones a ver qué encuentran. Su estado natural es tan limitado, que es difícil imaginar a nuestros actuales dirigentes no ya impulsando la Transición o la reforma más sencilla de la Constitución o el porvenir de esta provincia. Los portavoces de los grupos no son capaces ni de tomarse un vino. A la menor ocasión y sin medir las consecuencias, no lo dudan y lanzan sus graves acusaciones para que la pena del telediario cumpla su misión cuanto antes. Y la pregunta es bien sencilla: si ellos se dedican a arruinarse la vida, ¿quién se ocupa de la gestión de los asuntos que preocupan a todos los ciudadanos? Como anticiparon Pizarro y Cabaña, esto no acabará bien.

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