La corredera

Antonio / Morillo / Crespo

Un duro, un voto

ANTES eran más brutos o más claros. Contaban por aquí, que en los tiempos de los liberales y conservadores, pugnaban en las elecciones el Marqués de Tamarón, rico hacendado, por el partido conservador y Don Serafín Romeu, dueño de las almadrabas por el liberal. Cada uno tenía sus ganchos en el pueblo, los barberos y taberneros, (hoy se llamarían agentes electorales o movilizadores de opinión) que en sus respectivos parroquias eran mediadores de tertulias y comentarios. Pues... el candidato conservador ofrecía tres pesetas por voto, que eran entregadas por su enlace a cambio de la papeleta. Se enteró Romeu y dio la orden a los suyos , que a cada votante le dieran un duro liberal por la papeleta, pero recogiéndole las tres pesetas conservadoras. Hay otra versión de aquella campaña tan sui generis, que ambos candidatos daban un duro por cada papeleta y lógicamente los votantes juraban y perjuraban su lealtad y firmeza de voto comprometido. Pero , cuentan, que los más recibían un duro de cada partido y luego votaban a quien les daba la gana. De todo lo cual se deduce que en toda época cuecen habas. O que nadie es tonto y sorprende y agrada ver como el pueblo llano es más listo de lo que parece, de manera que cuando tercia, recoge ganancia del asunto. Hoy las cosas son más finas o menos claras. Un candidato promete dos millones de puestos de trabajo, el otro trescientos mil más. Aquel promete 50 millones de árboles, el otro 500 millones. Y la gente se hace un lío, porque ya no sabe quien ha prometido rebajar el IRPF, dar gratis las medicinas a los niños menores de un año, llevar el AVE a todas las provincias, mejorar la fiscalidad a las mujeres, dar 400 euros a todo el que haga declaración de la renta, etc. etc. Hay que creer en la democracia, en los partidos políticos y en las elecciones, no en los excesos. Y habría que votar no sólo por las promesas, sino mirando a quien, por qué y para qué. No obstante, gracias a las elecciones se movilizan los presupuestos, se agilizan las promesas y se consiguen realizaciones que de otra manera dormirían en el sueño de los justos. Otra cosa es que el pueblo sea o no engañado y por eso los electores no sólo deben dar su voto, también agudizar su olfato. Antes eran más brutos, un voto un duro y quedaba la cosa clara.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios