Soy una persona muy dudosa y antes de comprarme unos pantalones los miro catorce veces antes de decidirme. Acaba de empezar el 2008 y no voy a dejar de dudar.

Dudo que oveja negra Ronaldiño vuelva a ser el que era, por lo menos en el Barcelona.

Dudo que Guti sea titular fijo mientras tenga sus habituales salidas de tono.

Dudo que Nadal sea algo más que el chaval que le gana a Federer en tierra batida.

Dudo que el Sevilla pueda volver al pasado antes de la trágica muerte de Puerta.

Dudo que Hamilton este año me caiga más simpático de lo que me cae Alonso, que no me cae simpático.

Dudo que Koeman enderece al Valencia más de lo que el solito lo ha doblado.

Dudo que el Cádiz nos dé este año más alegrías que desilusiones. Pero no dudo que el cadista esté acostumbrado.

Dudo que la décimo octava fase del estadio Carranza esté acabada este año.

Dudo que pueda llorar tanto una canasta fallada como la de Gasol ante Rusia.

Dudo que este año los casos de dopaje en el ciclismo sean sólo un espejismo de vampiros en la noche.

Dudo que me compre una paleta de pádel para jugar dobles entre parejitas.

Dudo que de la Eurocopa vengamos con algo más que un reloj de cuco. Y dudo que Luis Aragonés dimita.

Dudo que alguien recuerde que un tal Baldasano quiso vendernos el oro y se fue por donde había venido con sus gafas pasadas de moda.

Dudo que para ver el resumen del Cádiz en Canal Sur pueda librarme de los reportajes infinitos de los equipos de Sevilla.

Y estas son algunas de las dudas, de un tipo dudoso al que la duda no le ofende. Para el dudoso es difícil ser optimista y mi pesimismo me hace dudar. Espero equivocarme y alegrarme con alguna de ellas a lo largo del 2008. Pero de lo que no cabe duda es que no soy el único que utiliza el verbo dudar.