SI alguien pensaba que PSOE y PP iban a rebajar el listón de la confrontación en torno al terrorismo, ya puede ir quitándose de la mente semejante idea. Ni uno ni otro dejarán de usar la lucha contra ETA como elemento de disputa en las urnas, cosa que, por otra parte, es perfectamente legítima y lógica. ¿Por qué no se va a hablar en campaña de un asunto tan capital como éste?. Este pasado fin de semana le ha tocado al Partido Socialista, que ha aprovechado sendos mítines de campaña para lanzar dos ideas motrices en torno a la cuestión: 1) Aznar descuidó la vigilancia contra la ETA en la anterior tregua (Felipe González, el sábado, en Hospitalet) y 2) el PP "guarda silencio" sobre las detenciones de los etarras que pusieron una bomba en Barajas porque no son patriotas de verdad y les importa más el poder que España (Zapatero, ayer, en Santander). Después de cuatro años de improperios sobre la figura del presidente del Gobierno por la apertura de negociaciones con la banda terrorista, no parece que se le pueda criticar porque aproveche cualquier resquicio del PP para devolverles la jugada. Ocurre, sin embargo, que estas acusaciones surgen en un fin de semana en el que, como anunció el propio Zapatero en una confidencia a micrófono cerrado que captaron las cámaras de Cuatro, el candidato socialista iba "a dramatizar un poco" para fomentar una tensión "que nos conviene". Si a eso le añadimos esa referencia a los que son patriotas de verdad frente a quienes tienen sólo el poder como patria y ansían una España dogmática y cerrada (supuestamente la derecha), no podemos evitar pensar que todas estas apelaciones emocionales y ese dibujo tan maniqueo de buenos y malos responde simplemente a esa dramatización prevista por el PSOE. Todos los partidos tienen el derecho y hasta el deber de apretar las tuercas para trasladar su mensaje a los ciudadanos, pero deberían de cuidarse de no descubrir sus intenciones en público si no quieren que alguien les acuse de hacer teatro para a su electorado.