de poco un todo

Enrique / García-Máiquez

El dinero privado no es de nadie

OH, lo que nos reímos a su costa. "El dinero público no es de nadie", dixit Carmen Calvo, a la sazón ministra de Cultura. Y luego, ya en serio, en aquella frase ciframos muchos males socialistas y su pésima gestión de los recursos públicos. Era un símbolo, además de un lapsus, y se merecía todas las bromas y las veras.

Ahora, según vemos en las medidas anti-crisis del Gobierno, hemos pasado a justo lo contrario. Éstos piensan que "el dinero privado no es de nadie", y tampoco es eso. Suben el IRPF, aunque prometieron que no, y subirán el IVA, aunque prometieron que no, pero es que además, y aunque a todo prometieron que no, suben las tasas por los servicios públicos y suben los precios de productos intervenidos, como la electricidad, y pretenden imponer nuevos pagos, como el peaje en las autovías, quizá los céntimos sanitarios de la gasolina y un surtido variado de copagos en la Sanidad.

La situación la ha retratado bien Felipe Benítez Reyes en Mercado de espejismos, su blog: "Las ambulancias serán de pago, según decisión de los usuarios de coches oficiales, que seguirán siendo gratuitos". Y la imagen que más viene a mi mente es una clásica de los cómics y dibujos animados: los fornidos cobradores de impuestos ponen boca abajo a los contribuyentes y los sacuden para que caigan hasta las últimas migajas de sus bolsillos.

Los usufructuarios de los coches oficiales parece que aprendieron la lección de que el dinero público no es que no sea de nadie (que no estaría tan mal si lo hubiesen pensado de verdad, pues tienden a creer más bien que es suyo), sino de que se les ha quedado corto. En cambio, aún no han caído en la cuenta de que el dinero privado es de alguien. Y de que tampoco es un pozo sin fondo.

Es algo tan elemental que da algo de vergüenza explicarlo, pero no lo ven. Si subes los impuestos, los precios, los peajes, los pagos y los copagos, cada porción se va sumando o, mejor dicho, restando del mismo bolsillo, al que la bajada o congelación de los sueldos tenía ya tiritando.

Enseguida cae el consumo, y se paraliza la economía de un país. Algún tecnócrata podría replicarme: "Contamos con eso, pero lo que tiene que sacarnos de la crisis es el sector exterior". Vale, pero antes aún que el consumo, cuando no hay renta disponible (de la que hoy por hoy sólo está disponiendo el Gobierno), cae el ahorro, y en consecuencia la inversión. Y sin inversión, ¿de dónde saldrán las empresas exportadoras?

El dinero privado tiene dueño, pero, sobre todo, tiene fin. Un fin cercano. Si los políticos fuesen capaces de entender este sencillo concepto, más que económico, aritmético, ya se podría dar este artículo con un canto en los dientes. No hay que perder la esperanza, porque lo del dinero público lo aprendieron (a la fuerza, eso sí). Lo ideal sería que lo del privado pudiesen comprenderlo sin necesidad de otra crisis, ni de agravar ésta.

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