Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Lo difícil fácil

TENGO la incómoda sensación de conducir en una autopista como aquel del chiste: atónito de ver la de locos que van en sentido contrario. Ya en la noche electoral se sumaban alegremente los votos de la izquierda (Podemos, IU, PSOE) contra los de Ciudadanos y el PP. Mientras yo estoy ante ecuaciones políticas de cuarto grado, los demás rellenan un Cuaderno Rubio de sumas y restas. Ellos ven lo difícil fácil y yo veo fácil que es difícil. O sea, justo en sentido contrario.

La experiencia de Susana Díaz, al menos hasta ahora, me da la razón. Esto no es tan simple. Es tan complicado, de hecho, que apenas podré enumerar algunos escollos a esos supuestos pactos instantáneos. Podemos ¿puede sumarse tan rápido a la hasta ayer no más casta del PSOE? El PSOE, tan sistémico ¿será capaz de solidarizarse así como así con los mismísimos antisistema y echarse sobre las espaldas la ingrata pedagogía de darles un curso acelerado de realismo político? Izquierda Unida, tan despechada con los socialistas y tan sobrepasada por Podemos ¿se permitirá ponerles la alfombra (por supuesto roja)? En muchas de las coaliciones que se dan por cantadas, IU es el tornillo que las termina de fijar ¿Se avendrá a ser un tornillo que será su propia puntilla? Aunque, por otra parte, ¿cómo permitirse los tres que el PP gobierne, si pueden evitarlo? Qué laberintos.

También Ciudadanos está en un atolladero. Los resultados electorales lo han dejado en la incómoda situación de ser un partido bisagra que sólo puede ayudar a una de las partes, que es el PP. El PSOE con Podemos tiene para ir tirando y viceversa. Esta circunstancia trastabilla el discurso equidistante de Albert Rivera, y lo pone en una situación de extrema debilidad, por más que la tenga de mucha fuerza con el PP, que sólo puede encomendarse a él. Debilidad y fuerza confluirán en una espectacular escalada de exigencias. Lo que incomodará al PP, que no quiere hablar más que de sus éxitos económicos, y que tendrá que abrir de mala gana otros frentes. Otros laberintos.

Pongamos, con todo, que estoy equivocado y que los pactos se van cerrando con esa velocidad automática de autopista sin peaje que dan por hecha los tertulianos. Surgirán más dificultades. La ruptura del bipartidismo habrá fraguado enseguida en un nuevo bipartidismo, que se pondrá a prueba en las generales, con unos socios fagocitando a otros. Yo, la complejidad la veo nítida.

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