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LÍNEA DE FONDO

Melchor / Mateo / Mmateo@diariodecadiz.com

Una deuda con Armando

El guardameta luchó lo indecible para que el Cádiz siguiera vivo cuando estaba casi desaparecido

LA mayoría de la afición va a recordarlo bajos los palos estirándose con una agilidad felina para atrapar balones imposibles. Allí con el brazalete de capitán ha convivido diez años y cuando los focos parecían que se iban a apagar para siempre en los terrenos de juego, la vida le ha deparado la oportunidad de poder jugar en el histórico Athletic de Bilbao.

Sin embargo, a pesar de todos esos partidos con el escudo del Cádiz en el pecho, a Armando Ribeiro se le debe recordar por ser uno de los grandes culpables de que el Cádiz haya podido escribir otras páginas brillantes como dos ascensos y una temporada en Primera División. Cuando el Cádiz se debatía entre la vida y la muerte después de que ADA lo dejara abandonado, con una plantilla encerrada en el vestuario, Armando se empeñó en que aquello tenía que salir adelante. Ante la división existentes entre los posibles compradores, el guardameta vasco los sentó a todos en una mesa y les instó a que eliminaran sus diferencias.

En unos meses tumultuosos y exóticos con el japonés Horita Masato de por medio, Armando Ribeiro mantuvo viva la llama de la esperanza hasta que Antonio Muñoz dio el paso. Esa es una deuda impagable con el portero vasco.

Ha hecho muy buenos partidos y otros no tanto. Ha habido momentos en el que se decía que era un suplente complicado, pero siempre ha querido permanecer en el Cádiz hasta en los momentos más difíciles, menos ahora, que se le ha cruzado en el camino un caramelo irrechazable.

Armando Ribeiro podrá retirarse en un club de Primera División, si no ocurre la tragedia en San Mamés. Y aunque su cuerpo esté en el País Vasco, su mente viajará constantemente 1.000 kilómetros hacia el sur porque a pesar de que su acento no ha perdido nada de su carácter norteño, sí se ha convertido en un gaditano más de convencimiento. El Cádiz y el cadismo nunca lo olvidará.

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