La tribuna

Manuel Concha Ruiz

La cornada de José Tomás

Ala luz de todo lo publicado y comentado sobre la gravísima cogida de José Tomás el 24 de abril en Aguascalientes (México), me atrevería a hacer algunas puntualizaciones y reflexiones sobre el evento. Es evidente que la cornada produjo unas lesiones vasculares, que no por sí mismas, sino por la hemorragia grave que conllevan, pusieron en el umbral de la muerte al torero de Galapagar; por ello me gustaría resaltar en la cronología de los hechos, algunos aspectos fundamentales de su feliz desenlace.

En primer lugar, los cirujanos responsables de la plaza, representados por el doctor Alfredo Ruiz, actuaron con decisión y maestría en uno de los principios básicos de la atención a las lesiones vasculares:

1. Lograr por todos lo medios evitar la pérdida continuada de sangre, generalmente por compresión externa local y otros medios. 2. Estabilización del paciente, fundamentalmente reponiendo con urgencia las pérdidas hemáticas y el mantenimiento y monitorización de sus constantes vitales, oxigenación, empleo de fármacos para mejorar la función del corazón, etcétera. 3. Organizar su traslado ordenado a un centro especializado, donde las lesiones vasculares puedan ser reparadas con las técnicas precisas (suturas directas, by pass o puentes, etcétera) que permitan el restablecimiento del flujo sanguíneo sin secuelas posteriores.

En el caso que nos ocupa, es patente que las cosas se hicieron así. En palabras del propio cirujano Ruiz, quedó claramente de manifiesto que "… desde el primer momento en la enfermería, todas las decisiones se tomaron de manera consensuada. Decidimos que había que estabilizarlo y luego trasladarlo". No hay discusión, contestó tajantemente el cirujano en esos decisivos momentos.- Tras 38 minutos de pánico, queda estabilizado y se procede a su traslado. Como el mismo doctor reconoce más adelante en una entrevista, "…lo peor que le puede pasar a un paciente es que sus doctores difieran entre sí…".

Otro aspecto que ha sembrado confusión en algunos comentarios es el alcance futuro de sus lesiones de cara a su recuperación y la posibilidad de seguir toreando sin riesgos.

Hoy sabemos por las declaraciones de sus cirujanos que la arteria femoral y la vena femoral fueron reparadas directamente -en el caso de la arteria femoral sin emplear by-pass-; ello significa que, si no existen complicaciones, el flujo sanguíneo queda íntegramente restaurado. Si se hubiese tenido que usar un pequeño puente (by-pass), generalmente con vena safena, hubiera tenido el mismo resultado, porque en estos casos no es necesario el empleo de anticoagulantes permanentes y sólo transitoriamente por un periodo corto, fundamentalmente por la sutura de la vena femoral.

Por ello, insisto, de no surgir complicaciones infecciosas o trombóticas en los primeros días, las lesiones vasculares con restitución ad integrum evolucionan muy favorablemente sin secuelas, consiguiendo una recuperación total y funcional.

Otro hecho que sale a la palestra, en ocasiones como esta en la que un torero está al borde de la muerte, es valorar los escasos medios de que a estas alturas de los tiempos se dispone en muchas plazas españolas para solventar con éxito estas situaciones.

Resulta sorprendente que una actividad como la taurina, en donde el riesgo es inherente a la misma en su frecuencia y su gravedad, y en donde la vida puede depender de momentos decisivos, no se disponga de rutina de los medios estructurales (enfermerías bien dotadas), medios de transporte urgentes dotados (helicóptero, UVI móvil) o equipos médicos especializados.

Es evidente que estos medios pueden ser costosos, pero los propios interesados (toreros, empresarios, etcétera), tienen que velar por ellos.

Es claro que una cosa es el cumplimiento de la legislación vigente sobre los servicios médicos en plazas de toros y otra muy distinta que, además, se pueda en lo posible evitar que la fiesta taurina se convierta en determinados momentos en tragedia, y no precisamente por la gravedad de las lesiones, sino por la falta de medios disponibles necesarios para afrontar con éxito las consecuencias de las mismas.

Una lectura y una reflexión final. Cuando veía por la televisión la noticia de la cornada y las primeras declaraciones de los médicos, leía en el bolsillo de la bata blanca del doctor Alfredo Ruiz, grabado su nombre y debajo "Cirujano cardiovascular".-

Mucho se ha hablado durante años de la asistencia quirúrgica en las plazas de toros y aunque en algunas de ellas las cosas han cambiado en cuanto a los equipos quirúrgicos de manera significativa, no se cuenta a estas alturas con un cirujano cardiovascular en su equipo médico habitual en muchas otras.

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