El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

Columna de humo

José Manuel / Benítez Ariza

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LAS azafatas de una conocida compañía aérea han posado en biquini para un calendario, lo que ha suscitado las protestas de una asociación de consumidores y de alguna institución dedicada a la defensa de los derechos de la mujer, que han considerado que estas imágenes "presentan a las mujeres como objetos sexuales". De ambas cosas (del polémico calendario y de las consiguientes protestas) se han hecho eco diversos medios de comunicación, que, con el pretexto de dar voz a las partes presuntamente agraviadas, no han ahorrado detalladas imágenes del motivo de su agravioý La empresa se ha lavado las manos: dice que el calendario ha surgido de una iniciativa de las propias azafatas, y que los beneficios de su venta se destinarán a una causa benéficaý Esta explicación, si no es desmentida, tendría que haber bastado para acallar a los denunciantes. No parece que vaya a ser así; lo que, después de todo, no deja de ser un tanto discriminatorio. Nada se dijo, creo recordar, cuando el último calendario Pirelli mostró a la sexagenaria Sofía Loren posando con gesto insinuante; y es que la coartada de entonces parecía incontestable: aquella foto, se dijo, era una vindicación de los atractivos de la mujer madura, frecuentemente postergada o ignorada. A idénticas excusas más o menos biempensantes se acogen otras campañas basadas en desnudos femeninos: por ejemplo, una en la que una conocida modelo se deja retratar de esa guisa bajo el lema: "antes desnuda que cubierta de pieles".

No entiendo por qué a éstas se les aplaude lo que se les recrimina a otras. Ni sé de qué hablan quienes consideran denigrante posar para una foto con unas prendas y unas actitudes que, en la época del tanga y el topless, resultan casi recatadas, y recuerdan más bien las ingenuas poses con que Marujita Díaz y otras de su quinta aparecían en las entrañables revistas del corazón de los años setenta, en aquellos reportajes en los que, con el pretexto de mostrarnos el salón de su casa, aquellas actrices ya un poco ajadas ocultaban sus desnudeces tras un cojín de terciopelo, sobre un fondo de tapicerías estampadas en piel de tigreý Qué tiempos aquellos. Y qué diferencia entre aquel erotismo cañí, reprimido y obsceno, y estas demostraciones libérrimas de hoy.

En cualquier caso, la cuestión qué deberían suscitar estas fotos no es por qué unas chicas guapas y jóvenes condescienden a mostrar su belleza, sino a qué se debe que el personal de cabina de la compañía aérea a la que pertenecen (y de muchas otras) parezca estar formado exclusivamente por mujeres que responden a ese patrón. Pero lo mismo podría decirse de las cajeras de algún supermercado que yo me sé: del hecho de que todas sean jóvenes y atractivas sólo cabe deducirý que los gustos del jefe de personal están perfectamente claros. Y eso sí que indigna un poco.

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