Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Al cesar lo que es del cesar

HACE una semana enumeraba diez motivos por los que me parecía un error el nombramiento de Alfonso Alonso como ministro de Sanidad. Entre ellos, su falta de preparación médica, justo tras la crisis del ébola. La realidad, tan respondona, hizo que al día siguiente el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, cesara a su Consejero de Sanidad, Francisco Javier Rodríguez, licenciado en Medicina, ea, y doctor y cirujano y jefe de servicio y hasta catedrático. Sus declaraciones sobre el contagio de Teresa Romero resultaban intolerables por su falta de sensibilidad, primero, y por su falta de sentido de la oportunidad, después.

Reconocido lo cual, hay que seguir reconociendo la excelente calificación de los hospitales públicos madrileños en los últimos estudios, donde algún mérito habrá tenido Rodríguez. Su desgracia vino, pues, de sus declaraciones, y no de su gestión, que, a fin de cuentas, tampoco resultó manca en la cuestión del ébola.

Esa verborrea suya inasumible merece todos los pertinentes reproches…, y nos despierta alguna simpatía vergonzante. Por solidaridad entre bocazas, desde luego. Y también porque antaño lo propio de un político profesional era la labia, pero ahora es lo contrario: la capacidad para un discurso inane, virtual, aséptico, que no desazone a nadie. Por eso los políticos profesionales repiten tanto (es un tic de su clase) repiten tanto las dos medias frases que repiten. En un ambiente híper susceptible como el actual, cualquier palabra de más levanta olas de indignación.

No digo que al doctor Rodríguez no se le fuese mucho la mano -la lengua-, que sí, sino que fue un exceso típico de quien no es un político profesional. Y aunque sólo sea eso, se le valora. Otra prueba de su condición apolítica (en el sentido etimológico, se entiende) ha sido la manera de irse. A los políticos profesionales los dimiten. Ya sé que el verbo "dimitir" no admite voz pasiva, pero sí en la práctica y los hablantes, que saben latín, se han apañado ese uso por necesidad. A Ana Mato, por ejemplo, la dimitieron. Resulta lingüísticamente más correcto y mucho menos hipócrita, que, si tu jefe lo desea, te cese. Queda más autoritario, pero al cesar hay que darle lo que del cesar: deja claro que el cesado considera que no hay motivo. Lo cual, por cierto, es otra actitud muy apolítica. Para el político de carrera todo motivo se reduce al favor o no del líder.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios