La afición del Cádiz tiene el domingo, si se dan las carambolas necesarias y el equipo se mantiene en Segunda, la oportunidad de demostrar su madurez y dejar atrás la memez del "resultado me da igual" y demás carajotadas que tanto daño nos han hecho. Está muy bien eso de montar un gran mosaico y de recibir al equipo con vítores. Y mucho mejor animar sin respiro durante todo el partido aunque se vean fases de juego deprimentes. Del minuto uno al noventa y pico no cabe otra que llevar al conjunto amarillo en volandas para salvar su prestigio y su historia. Pero una vez acabado el partido si se ha conseguido la salvación...
... es cuando la afición debe efectuar un ejercicio de dignidad y crítica. Mantenerse en Segunda con una plantilla que bien podría estar, como mínimo, en mitad de la tabla no es para celebrarlo. Sería indigno de esta hinchada llevar a cabo una manifestación de éxtasis que premie a quienes nos han llevado a esta situación. Ni que decir tiene que bañarse en una fuente será una soberana estupidez.
Lo más saludable sería mostrar el enfado acumulado a los jugadores y al palco. Eso sí, con absoluta corrección como corresponde a una hinchada elegante. Es la única manera que tiene hoy día una afición de expresar su opinión teniendo en cuenta que le es imposible quitar o poner al presidente desde que este tinglado lo cogieron las sociedades anónimas. No hay otra. Que el consejo de administración comprenda que la afición está viva y que debe ponerse las pilas para conseguir que miles de cadistas recuperen la ilusión de cara a la próxima temporada.
Y hablando de lo puramente futbolístico, sirvan estas líneas para felicitar a Ramón de Quintana, un profesional como la copa de un pino que tanto rendimiento ha dado a este club y que a pesar de verse desde hace un año con pie y medio fuera demostró el domingo su compromiso con una afición que nunca le olvidará. Que tenga usted suerte allá donde vaya.
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