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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Los católicos y lo público

La izquierda de charanga insistirá en expulsar a los cristianos de la vida pública. Pues bien, ahí seguiremos

Después que Pablo Iglesias propusiera la eliminación de la misa de TVE la emisión pasó de 303.000 a 1.217.000 espectadores. Además de apóstol involuntario el ciudadano Iglesias es un valiente que saca pecho laicista ante ese peligro público que son los enfermos, dependientes y ancianos católicos que, imposibilitados de acudir a las iglesias, siguen la misa a través de la televisión. Porque la proposición no de ley presentada en el Congreso por los valientes y humanitarios camaradas de Unidos Podemos, En Comú Podem y En Marea solo puede perjudicar a estos vulnerables colectivos. Un poco repugnante, ¿verdad?, como siempre lo es la cobardía.

Es cansino tener que repetir que una cosa es la sana y necesaria aconfesionalidad del Estado y otra muy distinta excluir a los católicos, sus propuestas, contribuciones y expresiones cultuales o culturales del espacio público. El 8 de marzo TVE emitió el Réquiem de Mozart interpretado en el XV Concierto In Memóriam, celebrado en el Auditorio Nacional en recuerdo de las víctimas del terrorismo y presidido por los Reyes. ¿Hubiera debido escogerse una obra "laica" (porque, se quiera o no, el Réquiem de Mozart es una obra religiosa compuesta para el oficio divino)? ¿Habría que expulsar de los medios y espacios públicos, y prohibir a las orquestas públicas que las ejecutaran, todas las obras musicales de inspiración religiosa?

"No sea usted demagogo, hombre -me podría decir el laicista de guardia-, ¡eso es cultura!". Y tanto, le respondo. Pero cultura cristiana. Intente usted expulsar a Dios de la música de Bach o de Messiaen: le resultará tan imposible como expulsarlo de la poesía de San Juan de la Cruz, los cuadros de Zurbarán o los ensayos de Unamuno. Esto no quiere decir que sólo los creyentes puedan disfrutarlos; pero sí que lo religioso -o si se prefiere lo santo según el concepto de Rudolph Otto- forma parte tan consustancial de estas y otras obras que es imposible no dejarse impregnar por ello se sea o no creyente. A lo que añado que el creyente tiene una posibilidad de disfrutarlas aún más -con mayor profundidad y conmoción- porque conoce por experiencia propia la inspiración religiosa de las que nacieron.

Desgraciadamente la izquierda de charanga y pandereta insistirá en expulsar a los cristianos y lo cristiano de la vida pública. Pues muy bien. Ahí seguiremos, porque afortunadamente vivimos en una democracia.

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