Alguna vez hemos comparado a Albert Rivera con el general Prim, aunque reconocemos que dicha idea está más motivada por el deseo que por la realidad. Como tantos, pensamos que la solución de España puede y debe venir de oriente, de Cataluña, y la leyenda del militar y político de Reus simboliza como nadie el intento de construir un país democrático y unido, lejos tanto de las conspiraciones de la casta dinástica de la Villa y Corte como del radicalismo republicano de entresuelos. Por desgracia, como todos sabemos, Prim falleció prematuramente tras un atentado en el Callejón del Turco que nunca se podrá esclarecer del todo, aunque es casi evidente la participación del duque de Montpensier, el conspirador de conspiradores, al que tanto se le ha hecho la pelota -y se le sigue haciendo- en la muy lacayuna Baja Andalucía.

Al igual que pasó con Prim, la irrupción de Albert Rivera en la política nacional puso nerviosos a muchos contrincantes a su derecha e izquierda. El iluso muchachito que había posado desnudo para su propaganda electoral, con apenas el paño de pudor de sus propias manos, se había convertido en un contrincante a tener en cuenta dentro de la crisis del bipartidismo que desató el crack financiero de 2008. Las baterías mediáticas comenzaron a disparar. Al igual que a Prim se le identificó como el hombre de los intereses catalanes en Madrid, a Rivera se le acusó de ser el "representante del Íbex 35", esa cosa oscura y pecaminosa que genera en España medio millón de empleos. Sin embargo, tanto el PSOE como el PP han terminado buscando su complicidad. Hoy por hoy, la aportación de Ciudadanos a la gobernabilidad y estabilidad de España y Andalucía es indiscutible.

Ciudadanos celebró este sábado su IV Asamblea General en unos momentos delicados para el futuro de este partido, con unas encuestas que señalan un nuevo rearme del bipartidismo y la manifestación de las primeras disensiones internas -todavía tímidas- ante su redefinición ideológica para afianzarse como un partido de centro. No sufre el clima de guerra civil que impera en Podemos, pero tampoco ha conseguido erigirse como una alternativa de poder clara. Por ahora se ha quedado en partido bisagra ideal para el votante descontento moderado, lo cual no es poco. Su futuro dependerá menos de su voluntad que de los errores o aciertos de PP y PSOE. Es su problema. Nosotros, sin embargo, siempre reconoceremos que fue Rivera el que levantó la bandera de la libertad y la unidad en una Cataluña en la que nadie chistaba a los nacionalistas.

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