Cada día, a veces incluso con viento y agua, un hombre de edad avanzada camina durante un buen trecho de la Avenida en Cádiz para llegar a los bancos situados junto al colegio San Felipe Neri. Anda con la ayuda de dos muletas y sus pasos son, por tanto, cortos y parsimoniosos. Cuando llega a su destino, se sienta, saca un libro del bolso que lleva en bandolera y allí pasa las mañanas, y también algunas tardes, leyendo historias y novelas hasta que emprende el camino de vuelta. Ahora que la ciudad y sus lectores tienen una cita ineludible con la Feria del Libro, este testimonio gráfico y callado que no dura sólo una semana, sino que se repite cada día desde hace años, bien que podría usarse para que las nuevas generaciones sepan que en el interior de esos raros volúmenes de hojas encuadernadas se esconden historias imposibles de vivir de otra manera. Como podría ser la historia de este anónimo lector.

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