Es una calle céntrica, peatonal, con comercios de lujosos escaparates. Las fachadas de las edificaciones están tan cuidadas como la propia vía. Una calle ideal. Pero no pertecene a ninguna ciudad. Para visitarla hay que ser pasajero o tripulante del Independence of the Seas, el trasatlántico que ayer atracó en el puerto de Cádiz y que con sus 339 metros de eslora lo convierte en uno de los cruceros más grandes de todo el mundo. El buque, que dejó en la capital a cerca de cinco mil personas, pues la gran mayoría optó por quedarse en la ciudad frente a una minoría que viajó a Sevilla o a otros puntos de la provincia, es un auténtico espectáculo tanto en su interior como en su exterior. La visita de este buque afianza la importancia nacional del puerto de Cádiz como receptor de cruceros, que este año batirá de nuevo sus propias marcas.