Siete de cada diez trabajadores del sector del turismo son camareros, un colectivo maltratado que casi nada sabe de convenios ni números en blanco. Este grupo de profesionales termina convirtiéndose en auténticos embajadores de nuestras ciudades y, en ocasiones, la simpatía o la antipatía de una población se refleja en sus camareros. Son personas que casi nunca cobran lo que debieran y que casi siempre gozan de la simpatía de sus atendidos y aguantan a los que les ven como esclavos o servidumbre. Un buen camarero es el que, con una buena dosis de inteligencia emocional, es capaz de atender a más de tres mesas a la vez y, además quedarse con el caprichoso modelo de café en taza pequeña con una nube de leche y con sacarina. Seguirá siendo un colectivo maltratado pero mucho les debe la buena promoción de una provincia como la de Cádiz, por lo que mejor será cuidarlos, atenderlos y formarlos. Por el bien de todos.

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