Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

La anti encuesta

LAS pasadas elecciones británicas han consolidado una tendencia: las encuestas no dan una. Ahora Susana Díaz dispone -asegura- de encuestas que le confirman un triunfo sin precedentes en la posible nueva convocatoria de elecciones. La victoria será sin precedentes, sí, pero las encuestas que la prometen no. Manejó otras idénticas para las últimas elecciones. Esto es gracioso; y, sin embargo, estamos ante un hecho muy grave y, además, sintomático de las democracias postmodernas.

¿Por qué fallan las encuestas? Más allá de la dificultad de cálculo y extrapolación, hay factores sociales y espirituales. Como en campaña los políticos mienten sin pudor, los encuestados se mimetizan y hacen sus propias "promesas electorales" al ingenuo entrevistador, primer eslabón de la cadena trófica de la mentira política. También existe el efecto-observador, o sea, que el resultado de la encuesta distorsiona la predicción de la encuesta, orientando a los electores hacia el voto del miedo o el voto útil. Encima, las encuestas condicionan los discursos políticos. En consecuencia, el Estado de Derecho se va transformando en un Estado de Opinión, al sufragio universal lo suplanta la última encuesta y el gobierno del pueblo se articula, más que a través de las urnas y la representatividad política, mediante las proteicas encuestas y la maleabilidad de los políticos.

Nuestra vida pública deviene en república de lo gaseoso y volátil. Quizá por eso resulte cada vez más necesario salirse de este ambiente autorreferencial y cambiante para hacer una crítica política sólida y estable. De aquí arranca la tesis de Antoine Compagnon en Los Antimodernos. Sostiene el pensador francés que los reaccionarios son el colmo de lo moderno, en la medida en que son los más críticos con la época que hizo de la crítica su razón de ser. En esta línea, celebramos la reciente publicación del ensayo Democracia y nihilismo, que José Miguel Serrano Ruiz-Calderón dedica al pensamiento de Nicolás Gómez Dávila.

No trata sólo de Gómez Dávila: es un muestrario de todo el pensamiento reaccionario. Su lectura estremecería de horror a los políticamente correctos que no lo leerán. Si bien se mira, Democracia y nihilismo es la anti-encuesta. Recoge un pensamiento que no es mayoritario, desde luego, ni casi minoritario y que no influirá un ápice en las agendas políticas. Pero que es verdad. O, como mínimo, no renuncia a ella.

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