la esquina

José Aguilar

Zoido después de Arenas

GRIÑÁN salió el pasado domingo del 12º congreso del PSOE andaluz como líder discutido por el treinta por ciento de los delegados. Zoido sale ayer del 13º congreso del PP andaluz como líder indiscutido del centroderecha.

Griñán perdió las elecciones autonómicas, pero sigue siendo presidente de la Junta, aunque al frente de un gobierno de coalición PSOE-IU al que la crisis tiene ya en tenguerengue, y lo que te rondaré, morena. El partido de Zoido ganó las elecciones, pero se quedó en la oposición y la unanimidad en torno a su nuevo presidente esconde peligros potenciales de alto voltaje.

Para empezar, el liderazgo de Juan Ignacio Zoido en el PP está en construcción. Existe formalmente y con todas las bendiciones de rigor (de Rajoy a Arenas y de Cospedal a los ocho presidentes provinciales), pero materialmente tiene que ganarse el cargo. Él sabe que no es Arenas y que su mandato no puede pretender cimentarse en un carisma como el de Arenas. Su vitola de hombre corriente le sirvió de mucho para conquistar la Alcaldía de Sevilla con un resultado espectacular. La comunidad autónoma andaluza es otra cosa. Además de tesón y esfuerzo, requiere inteligencia, solvencia ideológica, una teoría de Andalucía no exclusivamente sevillana.

Ha hecho bien en extraer una primera consecuencia del hecho de que el PP de Andalucía es una criatura de Arenas, pero se estancaría si se empeña en quedarse en criatura: ha cambiado la estructura orgánica del partido. Ha nombrado a su propio número dos, José Luis Sanz, y resultando que también es sevillano, va a dar cancha a los otros territorios creando un órgano activo que refleja el poder municipal del PP (alcaldes de capitales y grandes ciudades y los cinco presidentes de diputación), a cuyo frente estará, cómo no, un malagueño. También ha liquidado las vicepresidencias honoríficas y puramente testimoniales y equilibristas, promocionando a un grupo de dirigentes de menos de cincuenta años que pedían paso y estaban taponados por la personalidad de Arenas.

Pero el reto fundamental de Zoido no es para dentro del PP, sino para fuera. Su compromiso como alcalde de la capital de Andalucía, siendo su gran activo personal, puede ser también el germen de su fracaso. Él mismo y quienes le han puesto de presidente se han construido una vía aparentemente lógica hacia su definitiva consolidación: volver a ganar las elecciones municipales de 2015 y, con este aval inmejorable, convertirse en candidato a la Junta en 2016. Sin embargo, ellos proponen y la realidad dispone. ¿Qué pasaría si la coalición PSOE-IU fracasa y Griñán adelanta las elecciones andaluzas? Al PP podría pillarle fuera de juego, sin candidato y sin estrategia. Y no es ninguna elucubración. Esta legislatura pende de un hilo.

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