La esquina

Zapatero-Rajoy: lo que se esperaba

COMO decía ayer tarde un buen amigo, Zapatero y Rajoy se han mostrado totalmente de acuerdo sobre la crisis... de Grecia, y han aparcado todas sus diferencias sobre la imprescindible reforma... de las cajas de ahorros. Resumen escéptico e irónico del encuentro de ayer en la Moncloa.

No es que pudiéramos esperar otra cosa salvo por la tibia esperanza alimentada por la necesidad de que se produjera otra cosa: que el presidente del Gobierno y el que aspira a sustituirle hubieran salido juntos a comparecer ante la prensa -de hecho se colocaron dos atriles en la sala, como si se aguardara el milagro- para dar confianza al país pactando tres o cuatro medidas de fondo contra la crisis y para tranquilizar a los inversores internacionales, a los que no se les puede convencer de que especular es malo y que se arriesgan a ir al infierno.

La montaña parió el ratón desdichadamente previsto. Los dos líderes estuvieron de acuerdo en el respaldo a la operación rescate de Grecia -donde el drama se convirtió ayer en tragedia social- y en que España se endeude más para prestar dinero a los griegos, y en agilizar la fusión de las cajas de ahorros a fin de que estas entidades puedan acceder al fondo financiero que vence el 30 de junio, así como en la reforma de la ley de cajas que debe hacer posible una mayor independencia de sus gestores y el acceso al mercado de capitales mediante la emisión de cuotas participativas con derechos políticos (algo parecido a las acciones de empresas cotizadas).

Lo demás quedó en una reiteración de las posiciones previas, esas que han impedido que la peor crisis que se recuerda en muchos años se afronte desde la unidad patriótica que su propia gravedad exige, incluso en tiempos preelectorales (¿y cuáles no lo son en España?). Zapatero ha querido ver en el leve descenso del paro en abril y en los repuntes del consumo o de la producción industrial la señal inequívoca de que lo peor ha pasado y que embocamos la senda del crecimiento, y por vez primera, que yo recuerde, ofreció una razón no político-demagógica para no reducir drásticamente el déficit público: hacerlo comprometería la salida de la recesión. Rajoy, por el contrario, repitió que la primera prioridad -valga la aliteración- es precisamente la reducción del déficit, porque gastar lo que no se tiene es lo que ha llevado a Grecia a su actual bancarrota.

Como ninguno se ha bajado del burro, los ciudadanos se ven abocados a suspirar por lo que pudo haber sido y no fue (el pacto de Estado) y a esperar que unas elecciones anticipadas les permitan optar por uno o por otro, que la coyuntura cambie como por ensalmo o que definitivamente cojamos el camino de Atenas.

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