La ciudad de la Navidad no es Belén, pero tampoco es Rovaniemi. No es un lugar apacible; las deidades del invierno, tampoco lo son: San Nicolás, Papá Noel, no son más que los rostros sonrientes de Odín y de las figuras que cabalgan en lo oscuro, en la bisagra entre un año y otro. El 60% de las decoraciones navideñas a nivel mundial se producen en la ciudad china de Yiwu. Ahora que está de moda la palabra distopía, las imágenes que es posible encontrar dan material para bastante postapocalipsis. Hay seiscientas fábricas dedicadas a la tarea. El polvo rojo, que tiene nombre de veneno, lo cubre todo (al día, los trabajadores se cambian de mascarilla una media de diez veces). Las figuritas se moldean fundiendo bolsas y trozos de plástico. Por supuesto, ninguno de los que trabajan allí saben exactamente de qué va eso de la navidad, ni han visto un abeto ni un copo de nieve reales. A Dickens le encantaría.

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