Cádiz ha vivido tres intensas (también extensas, por su duración) jornadas musicales en pleno centro de la ciudad. Las calles cercanas al muelle fueron un constante ir y venir de gente, no sólo jóvenes asistentes a los conciertos, y los negocios de hostelería vivieron un montón de horas de lleno, abriendo la sonrisa de sus propietarios. Otros muchos también, sin embargo, se han quejado del volumen de sonido hasta altas horas, sobre todo los vecinos de las viviendas cercanas a los escenarios, con el mismo derecho que los que disfrutaban expresaban su alegría.

Proponer un debate sobre este tipo de acontecimientos no es poner palos en las piedras del desarrollo, sino poner de manifiesto un conflicto, menor si se quiere teniendo en cuenta las fechas vacacionales, pero no por ello menos necesario. Conjugar ambos intereses debería ser el resultado ideal de este diálogo a dos voces.

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