Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Tribuna libre

Manuel Zambrano Ballester

¿Voceros?

No cabe duda de que el idioma, sea oral, escrito o por signos, es el instrumento principalísimo y casi único de comunicación entre las personas. Por medio de él se transmiten pensamientos, ideas, sentimientos y se crea todo el tejido social que es connatural a la condición humana.

Pero de la misma manera es evidente la necesidad de que sobre cada una de las palabras que lo integran exista un previo consenso respecto a su significado; de no ser así sería imposible que el pensamiento emitido fuera percibido precisa y fielmente por su destinatario. Es por ello por lo que los antiguos escolásticos comenzaban siempre sus debates teológicos con un primer punto en su orden del día: la questio términis, mediante la cual conseguían que el exacto significado de cada una de las palabras a utilizar en sus respectivas alocuciones no ofreciera duda a los demás, muchas veces de nacionalidades diversas y en unos tiempos en que la precisión terminológica latina cedía siquiera parcialmente ante la aparición y empuje de las lenguas romances. Hoy día no existe ya la previa questio términis por la sencilla razón de que es la Real Academia la que con todo acierto fija, pule y da esplendor a nuestra Lengua como reza en su lema.

Viene esto a cuento porque un amigo, colaborador asiduo de este Diario por más señas, decía el pasado día 23 que "los más conspicuos votantes conservadores son los voceros de las críticas a Pedemonte", y debo confesar que las dudas sobre la precisión de la idea transmitida me asaltaron. Porque si por conspicuo hay que entender ilustre, eminente o sobresaliente, y por vocero el que habla por encargo de otro, como así nos enseña la Real Academia, no parece acorde con el orden natural de suceder de las cosas que los acérrimos defensores de la libertad personal de criterio, como siempre han sido los más ilustres, eminentes o sobresalientes de cualquier grupo social determinado, sean precisamente los que, renunciando a sus convicciones propias, se presten por encargo de otros a exponer ideas o críticas que les son ajenas. Si esta exposición se produce, más lógico parece que responda a razonamientos personales e íntimos que a cualquier otro motivo.

Naturalmente esto no niega la posible existencia de algún que otro vocero. Personas que por sugerencia, encargo o incluso precio se presten a propagar o difundir ideas de otros han existido siempre, probablemente existan y posiblemente existirán; pero su búsqueda, de haberlos, parece más razonable hacerla en otros ámbitos, y no precisamente en montañas remotas ni en desiertos lejanos, en palabras del ex presidente Aznar. Dejo a la perspicacia de quienes han tenido la paciencia de leerme la reflexión que les lleve, siquiera de forma racionalmente indiciaria, a la identificación tanto del posible vocero como de quien hiciera el encargo de su vocería, el contenido y límites del encargo, su finalidad e incluso el precio en su caso, en la confianza de que su inteligencia e intuición les hará encontrar el camino acertado.

Queda alguna que otra cuestión de semántica a comentar con mi amigo, pero esto quizá lo haga cuando la placidez de la dolce far niente que actualmente disfruto me lo permita.

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