El ambiente en el país está fatal, entendiendo por país este rincón arrinconado de España que es la Bahía de Cádiz, y atendiendo a las conversaciones que se escuchan en cualquier esquina, al paso y sin necesidad de prestar atención. La gente parece estar indignada, muy indignada, pero no contra lo que podría parecer obvio: los políticos ni con los banqueros. Sino que hay como una epidemia por culpa de la cual la gente está indignada con otra gente, y cuanto más cercana mejor. A ser posible, el objeto de las críticas son los familiares: los hermanos, las primas, las cuñadas, los suegros. Y en su defecto se arremete contra los vecinos de bloque o de urbanización. No contra el alcalde o alcaldesa. Esta enfermedad, que terminará afectando gravemente a la salud de la familia, hace a la gente despotricar del semejante, entre "qué se habrá creído", "yo desde luego no pienso..." y "a mí que no me vuelva a hablar...". Urge la alerta sanitaria.

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