Valdivia, un precursor

Se le debe recordar como el padre del Museo del Carnaval. Ha muerto sin verlo inaugurado

La muerte inesperada de José Antonio Valdivia Bosch se ha llevado por delante a uno de los grandes precursores del Carnaval de hoy en día. Para bien y para mal. No tanto por sus éxitos como autor, que en general fueron discretos (aunque algunos interesantes), sino porque inventó algo que se ha puesto de moda: el dirigente carnavalesco. Igual que ha sucedido después con Miguel Villanueva, se convirtieron en líderes del colectivo del Carnaval y obligaron a las corporaciones municipales a negociar y verlos de otro modo. Eso le granjeó a Valdivia grandes apoyos y grandes odios carnavalescos, que son una forma gaditana de la hipocresía.

Casi todo lo que existe en relación con la organización del Carnaval tiene algo que ver con José Antonio Valdivia Bosch. Empezó en los años 80, en el mundo de la chirigota, donde su hermano Enrique fue el autor de los míticos "Combois da pejeta'. Algunos críticos puristas del Carnaval aprecian que José Antonio Valdivia fue más que nada un outsider de los premios, porque sus repertorios no competían con los grandes astros. Se reubicó bien el año pasado con el coro 'La reina de la noche', en el que brilló el tipo, casi más que el repertorio, como le había ocurrido otras veces, desde que destacó con la chirigota 'Los gaznápiros' en 1985.

El Valdivia más guerrillero fue el de finales de los años 90, el del cambio de milenio, cuando estaba al frente de los Autores. Se las tenía tiesas con el Ayuntamiento de Teófila. Algunos concejales del PP lo veían como un submarino que incordiaba al servicio del PSOE. Después se entendió que no era cuestión de partidos, sino de un colectivo que hablaba de autogestionar el concurso. También recibió críticas. Yo he visto a Valdivia llorando, sentado en mi despacho de la calle Ceballos, cuando era director del Diario. A veces era demasiado pasional. Pero nadie le podrá negar que incluso autores digamos que con otras ideas iban a muerte con él. Aunque después sorprendió creando Asin-e, una nueva asociación.

Por encima de todo, se le debe recordar como el padre del Museo del Carnaval. Ha muerto sin verlo inaugurado, cuando han pasado más de 25 años desde que lo planteaba. Al principio, muchos se lo tomaron a pitorreo. Con el tiempo, el Ayuntamiento de Teófila se lo creyó y convocó un concurso de ideas, que ganó Rafael Giles, un arquitecto de San Roque. El resto es mejor no recordarlo. Pero sí se debe recordar aquel entusiasmo que ponía Valdivia con el Museo, con los Autores, y con todo, que sentó las bases del Carnaval del siglo XXI.

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