Cuarto de Muestras

Viajar

"Si no te mueves has de dar explicaciones y tener una justificación convincente"

Anda medio mundo haciendo y deshaciendo maletas. Viajar se ha convertido más que en un placer, en una obligación. Si no te mueves has de dar explicaciones y tener una justificación convincente. Quien no viaja es porque el trabajo, el bolsillo o una enfermedad se lo impiden. No crean, no tienen tan mala suerte. Viajar por viajar no tiene sentido, es un incordio lleno de pequeñas incomodidades.

Sólo encuentro placer en los viajes si voy bien acompañada, que es lo más importante cuando se viaja, tengo buen ánimo y me gusta realmente el sitio al que voy. Estos tres ingredientes hay que trabajárselos todo el año pie en tierra. Alguien impertinente se convierte más impertinente aun cuando viaja. También hay que huir de los amigos mandones, de los quejicas, de los flojos, de los grupos grandes y hasta de nosotros mismos porque para viajar hay que saber cambiar nuestros hábitos y manías si es que eso es posible. Aquí entra el segundo ingrediente, para viajar hay que tener buen ánimo y no salir enfadado, triste o con la mochila de preocupaciones llena de piedras cargada a nuestra espalda. Si no se tiene humor, es mejor quedarse en casa. Por último, encontrar un sitio que nos guste es lo más difícil. Tenemos curiosidad por conocerlo todo pero debemos de huir de prejuicios, de esnobismos, de incomodidades a las que no estamos acostumbrados, de aquellos sitios en los que no pintamos nada. Nadie me verá subida a una montaña rusa ni en determinados lugares a los que no tengo que llegar para estar segura de que no estaré a gusto.

Cada vez entiendo menos el prestigio que tiene viajar en determinadas condiciones que son un auténtico matadero. Viendo los aeropuertos, las playas más renombradas, el rebose de gente por los canales de Venecia, le entran a una ganas de meterse entre los altos muros de un convento, alejada del mundanal ruido.

Me gusta viajar. Me gusta mucho viajar. Viajar sin destino cierto, viajar a aquellos lugares en los que fui feliz un día, viajar sin prisas ni horarios, viajar a destinos en los que me imagino una vida posible y placentera, viajar para descubrir un paisaje, viajar a pueblos pequeños de rutinas lentas y silenciosas; también a lugares en los que una terraza de bar es un balcón bullicioso en el que la vida late, viajar con la tranquilidad de que una vida inciertamente segura espera a mi regreso, viajar para querer y sentirme querida. Viajar, no sólo moverme.

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