Mi gozo en un pozo. Con lo orgulloso que iba yo por ahí vacilando de que, por fin, tenemos un alcalde que iba a acabar con el embotellamiento de autobuses y con la hipoteca de la Carretera Industrial el primer domingo de Carnaval. Ahora, a un par de semanas de las fiestas, va el Ayuntamiento y recula y se queda sin plan. Todavía me queda la esperanza de que haya por ahí una magnífica opción B con la que nos sorprenderán los señores de San Juan de Dios. Es fácil gobernar desde la calle y desde la barra de un bar pero la idea no era del todo mala, aunque le falló su tramitación y desenlace. Dejar los autocares fuera de Cádiz podría ser la clave para así evitar los enormes colapsos y caravanas, pero hay opciones mucho más populistas que no clavarle cinco euros a los que nos regalan con su visita a nuestra ciudad en esta fiesta que vendemos a bombo y platillo como una fiesta abierta al mundo.

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