AYER a Pedro Sánchez le dieron por los dos lados. Con un matiz gracioso, además. Pablo Iglesias le dio primero con grosería y luego vino Rajoy, que le hizo en la otra mejilla con maneras exquisitas una carantoña. (Una carantoña letal.)

El primero, Iglesias. Y no lo digo yo, sino Rubalcaba: "Acabo de escuchar íntegramente la rueda de prensa de Pablo Iglesias esta mañana. Es la primera vez que oigo en mi vida ofrecer un acuerdo de gobierno insultando gravemente al partido con el que quieres acordar". Al partido, por supuesto, y a su organización. Y al sentido común, pidiéndose los ministerios más gordos. Pero tampoco se ha olvidado Iglesias de vacilar personalmente a Sánchez: "La posibilidad histórica de ser presidente de Pedro Sánchez es una sonrisa del destino que me tendrá que agradecer". Ea.

El segundo, Rajoy. Le ha musitado a Sánchez: "Usted primero, por favor". No se puede ser más educado…, en versión veneciana, con puñal incluido. Pedro Sánchez salivaba con la escenografía de una derrota de Rajoy en doble sesión, ante todo el mundo. Así podría hacer él una entrada teatral, digo, triunfal, entre ruinas, con la derrota del rival ya en el bolsillo para presumir ante el Comité Federal. Pero el rival se le agazapa, quizá en el famoso rellano de esa célebre escalera que no se sabe si el gallego baja o sube, pero ahí, quieto, esperando, y de presidente en funciones, fumando un puro. Y con las razones incontestables que Sánchez e Iglesias le han regalado: tiene en contra más votos que a favor. Ahora es a Sánchez al que le toca concretar, sin ruinas románticas que adornen el paisaje, sin una victoria sobre nadie. Concretar acuerdos y programas y sillones, y a varias bandas, y con los de los insultos de por la mañana.

Se dice que la pelota está en el tejado de Sánchez, pero eso es reconocerle mucho techo. La tiene el PSOE, todo el PSOE; y no están contentos. Rajoy, el aficionado al ciclismo, les ha dejado en cabeza, y se ha metido a rebufo. A ver quién tira ahora del pelotón.