Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Tótem y tabú

UNOS amigos compraron la casa en que murió un señor en comprometidas circunstancias, y ni les perturba ni -lo que es peor- supuso una rebaja en el precio. Tengo la colección de clásicos de Gredos, heredada de un compañero de trabajo y amigo de mi hermano que fue asesinado (un horrible crimen pasional) en su biblioteca, precisamente. Salió en todos los periódicos. Aunque el asesinado era un hombre, fue un caso de violencia machista, supongo, porque el asesino también era hombre. Tecnicismos jurídicos aparte, fue espantoso. Nada de eso hace que mire esos tomos con prevención, sino que, cada vez que los abro, tengo un recuerdo agradecido hacia su antiguo propietario (y una oración).

Arranco con estos ejemplos porque culpar a los objetos y lugares o contagiarlos de la maldad humana es propio de un pensamiento primitivo o muy elemental, como aquellas ordenanzas militares capaces de arrestar a una piscina si se había ahogado un quinto. Lo propio de una mentalidad crítica es circunscribir la culpa a la responsabilidad penal y, por supuesto, a la moral. Como ya habrán adivinado, viene esto a cuento de la negativa del alcalde de Cádiz a visitar el buque escuela Esmeralda por su vinculación con la dictadura de Pinochet. En la cosmovisión de Kichi, el buque chileno está arrestado o es tabú.

Pero el tabú bloquea el pensamiento. A simple vista, el gesto de José María González es vistoso y ha tenido impacto mediático. Si se analiza, implica una gran vanidad, una descortesía considerable y una injerencia en los asuntos internos de un país amigo y admirable. Chile es una democracia que ha hecho su transición con los equilibrios que eso exige e implica en las sociedades maduras y complejas. Ha tenido y tiene gobiernos de izquierda, además. A nadie allí se le ha ocurrido hundir ni desguazar el precioso Esmeralda, que fue hecho en Cádiz. Hay que pensar (¡hay que pensar!) que tendrán sus razones. No caer en el tabú irracional, bien puede ser una de ellas; otra, no identificar los símbolos previos a Pinochet con su dictadura, sino recuperarlos, que es una asignatura que en España, donde Isabel y Fernando y hasta la bandera nacional nos parecen franquistas, no hemos aprendido, y así nos va.

Una visita al Esmeralda, y allí un emotivo recuerdo, como el alcalde sabe hacerlos, a las víctimas; y un elogio a la democracia chilena, hubiesen estado mejor. Cuidado con el pensamiento mágico.

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