La desesperación y las prisas de última hora llevaron a una legión de gaditanos hasta El Corte Inglés estas fiestas, como ya es tradicional, para ayudar a los Reyes Magos en el último minuto. Una señora pidió unos zapatos del 36 y al decirle la dependienta que sólo quedaban dos pares del 40, sentenció: 'Es igual, me los llevo, y si no le gustan que los devuelva'. Lástima que los grandes almacenes no admitan devoluciones con nuestros munícipes. Por ahora, hemos de conformarnos con cambiarlos cada cuatro años. Y esto, en el caso del Ayuntamiento de Cádiz, es especialmente grave porque está compuesto por concejales que apenas tienen nada que decir. Lo lógico es que sintieran el deseo de hablar con propiedad, aunque sólo fuese por una vez, para lucirse en los plenos con sus grandes ideas. Pero no hay forma. A lo máximo que llegan es a distraerse con una moción de censura que nunca llega, y claro, cuando se abusa de los faroles ocurre como con los antibióticos, que no surten efecto.

No es que las anteriores Corporaciones fuesen una fuente de sabiduría, pero la presente es la peor que se recuerda con diferencia. Los socialistas, fieles a su estilo en Cádiz, son incapaces de ponerse de acuerdos para elegir a un líder y apoyarlo sin fisuras. Expertos como son en la tensión interna entre susanistas, pedristas, pizarristas, romanistas y lo que usted quiera, ya están afilando los cuchillos pendientes del próximo congreso donde Fran González se las tendrá tiesas para mantener el control. El PP sigue a la espera de que Teófila Martínez deshoje la margarita y, entretanto, su oposición, débil y falta de chispa, se pierde en la nadería, con sus mejores voces dedicadas a otros asuntos. Con este panorama, a Podemos no se le encoge el alma al admitir sus carencias y reconocer abiertamente que no sabe muy bien qué hacer con la ciudad para garantizar el porvenir de los jóvenes. Lo que intenta trasladar en el fondo es que la oposición es aún más mediocre, puesto que poco hizo por mejorar las cosas en 40 años. El gobierno local en año y medio sí que ha tenido tiempo de sobra para pasar del discurso poético de campaña por el que proclamó que "volverán los jóvenes cantando por el puente Carranza", a otro más propio de un velatorio: "Cádiz va mal y poco podemos hacer para solucionarlo". El turismo se sigue presentando como la única industria; los inversores siguen sin verlo claro; los bancos recelan; los jóvenes se tienen que marchar; el casco antiguo se inclina ante la decadencia; los indigentes se multiplican bajo el efecto llamada; el puerto sigue sin rumbo fijo...

Los nuevos gobernantes tampoco traen recetas mágicas. Y como cualquier vendedor de coches usados, en Podemos no se toman muchas molestias para suscribir una idea y la contraria. Gracias a la torpeza mental de sus oponentes, escapan sin problema de los argumentos de sus adversarios y de los suyos propios. Los que sí tienen dos dedos de frente en el Ayuntamiento se callan sin que uno llegue a acertar en qué piensan, y el resto o bien se ha borrado de la escena o bien comete errores de bulto para no desentonar. Cádiz pocas veces tuvo excesiva suerte con sus concejales, pero cuesta recordar un Ayuntamiento tan desastroso y encima no se admite devolución ni entregando el ticket de compra.

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