Tigre turístico

Es difícil modernizar la primera industria regional. Pero las autoridades podrían al menos librarnos del mosquito tigre

Antes de hacerlo con la Constitución, los herederos de pacotilla del viejo anarquismo catalán han atacado este verano lo que llamaban plaga turística. Los cachorros de la CUP, como buenos fundamentalistas, son intransigentes y han desarrollado una turismofobia. Como también son populistas, montan espectáculos propagandísticos, que van de la gamberrada al escrache o la lucha callejera. Sus objetivos han sido bicicletas, autobuses, restaurantes, hoteles o yates. Así amedrentan a los visitantes. Mucho más seriamente, el jefe de IU en el Parlamento andaluz, interpeló en julio a la presidenta sobre lo que llamó burbuja turística. Se refería Maíllo a la saturación de algunos productos y servicios, la precariedad laboral propiciada por empresarios piratas, la feminización de la pobreza… La presidenta, muy institucional, veía la botella medio llena. Como Rajoy, que también se pronunció este verano al respecto.

Los gobernantes siguen midiendo la economía al peso. En millones de visitantes. O en porcentaje del PIB: 11% de promedio nacional o 13% en Andalucía. Pero este modelo intensivo es poco eficiente, necesita alta demanda y tiene duros costes sociales y ambientales. Los usuarios de AirBnB alteran la paz de los bloques residenciales. Pero no sólo es un problema urbano. La carretera de Málaga hasta Ardales se ha saturado con el éxito del Caminito del Rey. Bajar el Sella desde Arriondas ya es trayecto envenenado por miles de piragüistas y decenas de chiringuitos con música pachanguera a todo volumen. En los pueblos no hay dónde aparcar, en la costa falta capacidad para depurar aguas residuales de tanta población. En Sevilla los tradicionalistas se han quejado del cambio de formato de la Feria "pensado para el turismo". El territorio no da más de sí ante un auge coyuntural, alentado por bajos precios del petróleo y por el impacto del terrorismo en Francia, Turquía o Egipto, que ahora tenemos más cerca. Aunque aquí no se habla de eso. Llama más la atención la plaga del mosquito tigre, especie invasora de Asia que ha colonizado el Mediterráneo. En pocos años ha prosperado en Cádiz, Málaga, Granada y Almería. El turismo está amenazado no sólo por un modelo intensivo no renovable o por el acoso de jóvenes radicales. Hay otras plagas que recuerdan a las de ranas, piojos, moscas o langostas. Es muy complicado cambiar el modelo de la principal industria regional. Pero las autoridades podrían empezar por algo más fácil: librarnos de la plaga bíblica del mosquito tigre. Por lo menos.

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