Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Terrorismo doméstico

JUAN Ramón Lucas le pregunta en Radio Nacional a un candidato del PNV qué se puede hacer para acabar con la violencia de género y la respuesta es sincera: "No lo sé". Casi ningún político se atreve a decirlo tan claro, pero todos tienen la misma sensación. No saben. El presidente Zapatero va a convocar tras las elecciones a todos los presidentes autonómicos para iniciar "una lucha sin cuartel" contra este tipo de terrorismo doméstico. El Partido Popular propone dar microcréditos a las víctimas de malos tratos para que puedan salir adelanteý A pesar de tan buenas intenciones, esta moderna plaga, repugnante para toda la sociedad, parece en aumento permanente.

La ley que se aprobó por unanimidad en el Congreso de los Diputados hace tres años es buena, pero hacen falta muchos más medios para aplicarla. El País publicaba ayer una información que ponía en evidencia la distancia abismal entre los deseos de los legisladores y la realidad. El título era ilustrativo: El brazo corto de la ley. Hay 100.000 denuncias al año por malos tratos y sólo 38 equipos de psicólogos, forenses y trabajadores sociales para verificarlas. Esto permite además una práctica perniciosa, que fue apuntada hace años por la juez decana de Barcelona, María Sanahuja: el abuso de las denuncias por parte de abogados que llevan pleitos por separación. La juez añadía que este tipo de trampas provocaba que no se pudiese atender a las auténticas víctimas. Ahora hay 83 juzgados especiales para atender este tipo de delitos. Pero los efectivos policiales asignados no llegan a 2.000 personas. Un policía o guardia civil por cada 50 denunciantes.

Hay quien piensa que sería mejor ocultar en los medios de comunicación estas agresiones para evitar el efecto emulación, como se hace con los suicidios. Pero la razón de fondo por la que actúan estos asesinos no es la imitación; está en el vuelco social que se ha producido en España con la democracia y el desarrollo. Los malos tratos han existido siempre, pero la mujer se aguantaba y las agresiones no acababan con su vida. Ahora no tolera el maltrato. Tampoco tenía antes medios de subsistencia propios y su incorporación al mercado de trabajo ha cambiado su situación económica. Aunque no se trata sólo de un problema español, porque la tercera parte de los asesinos eran extranjeros.

Es difícil atajar el problema, porque a veces está oculto. Sólo un 30 por ciento de las víctimas mortales había denunciado a su pareja. Y si este asunto tiene algún remedio es a través de la concienciación social: de las propias mujeres, para denunciar los malos tratos; de los vecinos de las víctimas y los familiares de los agresores, de los médicos que atiendan a las víctimas, de los policías a los que acudan en busca de protección, y hasta de los abogados que presentan falsas denuncias para conseguir alguna ventaja en un divorcio.

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