de poco un todo

Enrique García-Máiquez /

'Shakespeare in Rome'

EL catolicismo secreto de William Shakespeare era un secreto a gritos, aunque la Inglaterra oficial hiciese oídos sordos a esa veleidad de su mayor gloria nacional. En el XVII, un clérigo anglicano de su pueblo, recogiendo una tradición local, lo dijo en añejo inglés: "He dyed as papiste", o sea, que murió católico romano. En vida lo habían acusado de lo mismo, cuando era una imputación que, bajo la persecución religiosa de Isabel I, podía costar muy cara.

En el XIX, el erudito Richard Simpson acumuló un sinfín de evidencias. Ya en 1808, Chateaubriand lo apuntaba, como Thomas Carlyle o John Henry Newman, que declaró, antes de convertirse, que Shakespeare "tiene tan poco de protestante en él, que los católicos han podido, sin extravagancia, proclamarlo como uno de los suyos". Chesterton, claro, lo sugirió, y Hillaire Belloc.

Más recientemente, Carol Curt Enos o la Vizcondesa de Asquith han ido señalando una a una veladas referencias concretas y claves católicas en sus obras. A su biógrafa alemana, Hildegard Hammerschmidt-Hummel no le cabe duda. Recogiendo todas estas investigaciones, Joseph Pearce ha escrito Shakespeare: una investigación, ensayo que atrapa como una novela policíaca.

Pero el paso definitivo lo ha dado esta semana Rowan Williams, nada menos que Arzobispo de Canterbury, el primero entre los clérigos anglicanos, declarando que "probablemente Shakespeare era católico". Se basa en que su familia y sus amigos lo eran y, sobre todo, en el hecho literario-teológico de que "hay cosas en sus obras que no se pueden entender sin comprender los conceptos de perdón y de gracia", que existen en el catolicismo y no en el protestantismo.

Enseguida ha añadido que "si era cristiano, no era un santo". Parece que incluso a Rowan Williams, famoso por su liberalismo, le sale el puritano que todo protestante lleva dentro si es para afearle la conducta a un católico. De hecho, se diría que ese comentario es la prueba más fehaciente de que lo considera católico con absoluta seguridad. Yo no me atrevería a juzgar a nadie de quien tenemos tan pocos datos y menos si éstos son que se retiró a administrar sus rentas. Pero en cualquier caso, razón de más: la Iglesia Católica -que ofrece el sacramento de la penitencia- es la que conviene a los pecadores. A la gente respetable con la Anglicana les vale, como concluyó el converso Oscar Wilde.

El asunto no es sólo una cuestión religiosa menor ni una curiosidad biográfica. Cambia la manera de leer una de las mayores obras literarias de la humanidad. La ambigüedad shakesperiana y hasta su elusiva biografía se entienden mejor sabiendo que pertenecía a una religión implacablemente perseguida, y que se jugaba la vida si descubría sus cartas, y el alma si no las mostraba de vez en cuando. Infinidad de pasajes y hasta obras enteras se iluminan. Releerle siempre fue un placer; ahora también una urgencia.

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