El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

Columna vertebral

Ana Sofía Pérez / Bustamante

San Ciriaco 2008

EL verano olímpico es más verano. Tiene un morbo divino tumbarse en el sofá a ver por la tele con mucho ojo crítico cómo se desloman los atletas, aunque hay que quitar el sonido cuando se lanzan a desbarrar esos locutores diarreicos y esdrújulos que hablan de "carácteres" chinos trazados en "pergamino" -quieren decir "rollos de papel de arroz", ya que el pergamino, de piel de res, según la tradición se inventó en Pérgamo. Una amiga está en huelga de olimpiadas por solidaridad con el Tibet. Ciertamente resultaba una ironía, en la estupenda ceremonia de inauguración, la imagen de la paloma de la paz planeando sobre las altas montañas, pero se pueden disfrutar los juegos y aparte preguntarse, con el detective de Leonardo Padura, si el travestismo oficial, en este caso chino, implica deseo de metamorfosis, perverso camuflaje o sencillamente el disfraz como medio de intimidación. No todo es vegetar. He podido ver una intensa jornada de gimnasia masculina planchando un cesto entero de ropa (oro en plancha doméstica), mientras me admiraba: no recordaba yo que la persona humana tuviera tantos músculos (ni el mundo tantísimos países); ¿por qué serán los gimnastas paticortos?; no debe un comentarista decir que fulano ahora no puede fallar porque mira lo que pasa: Carballo casi se parte la boca en el salto de salida de la barra; vaya suelo de Gerva, qué tío; es verdad que el pase cubital no parece postura imprescindible para la vida diaria. Oro, sudor y titanio, el dragón asturiano Samuel Sánchez cabalga por la muralla china en alas de un ocho mágico e infinito (el ocho del ocho, San Ciriaco, obispo y mártir). Pero posar en el podio haciendo el hámster que mordisquea medalla no resulta viril. José Luis (a) "Pirri", bronce en esgrima, lleva un apellido que da un curioso dorsal (ABAJO ESPAÑA), justo cuando nuestra representación (más multicultural que nunca, con chino de ping-pong y todo) ha desfilado vestida de bandera gregaria, para que no se diga que no tenemos feeling supra-autonómico. La koiné deportiva es lo único que nos emociona, sin complejos histórico-posmodernos, cuando suena el himno nacional. O sea, de España, que diría Manolo Escobar.

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