Editorial

Sacrificio para evitar la catástrofe

EL primer ministro griego, Yorgos Papandreu, definió ayer la grave situación que su país afronta con una frase dirigida a sus compatriotas: "Los griegos deben de elegir entre la catástrofe o el sacrificio". Y su Gabinete eligió el sacrificio, la menos mala de las opciones. En un consejo de ministros extraordinario, Papandreu presentó y defendió el plan de austeridad acordado con la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar la bancarrota del país. No dejó espacio para la alternativa: "Los sacrificios de hoy son duros pero necesarios. Si no los hacemos Grecia irá a la bancarrota. Los sacrificios nos darán el tiempo necesario para aplicar los grandes cambios que necesitamos", subrayó para intentar recuperar la credibilidad internacional. Atenas ha optado por asumir medidas "duras y dolorosas", dijo Papandreu, como única opción para acceder a los fondos internacionales de 110.000 millones de euros que ayer acordaron los ministros de Finanzas de la UE conceder a Grecia entre 2010 y 2012. Para reducir el déficit, que en 2009 subió al 13,6% del Producto Interno Bruto (PIB), hasta el 3,6% en el año 2013, el Gobierno griego se compromete a disminuir el gasto en 30.000 millones en ese plazo, para lo que recortará los sueldos de los funcionarios y congelará las contrataciones públicas durante tres años. Además, también se recortarán las pensiones, las de más de 600 euros mensuales pasarán de 14 pagas anuales a 12. Los impuestos sobre alcohol, tabaco y gasolina subirán un 10% y se incrementará el IVA dos puntos, hasta el 23%, en la que es la segunda subida de este gravamen este año. Era la única salida para Grecia y para las instituciones y gobiernos europeos tampoco había más solución que apoyarlo, conscientes de que lo contrario podría hundir al euro y a buena parte de las economías de la Eurozona. Desde la perspectiva nacional, y aunque España no tenga el nivel de deuda griega, sí podemos afirmar que las crisis no se deben negar ni esperar que se resuelvan solas. Es el Gobierno quien debe actuar, huyendo del electoralismo y asumiendo que las medidas a aplicar son duras y dolorosas, como las tomadas por Grecia, porque el camino es el mismo: hacer sacrificios que eviten la catástrofe.

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