Debo a Berta González de Vega la idea central de este artículo. Es tan sutil que no querría que, con los bandazos de la moción de censura, se nos quedase atrás. Sugiere la perspicaz periodista que el que tendría que dimitir, si acaso, por el chalé de Galapagar es Pablo Iglesias. Irene Montero no tiene porqué. Ella jamás dijo, prometió, presumió, proclamó que no se iría jamás de Vallecas, como Iglesias. Me parece una solución brillantísima y, por tanto, no la adoptarán.

Dejaría claro que un chalé no tiene nada de escandaloso ni en Galapagar. Que la izquierda puede vivir de lujo. Que la propiedad no es un robo. Que las hipotecas no son el coco. Ni los bancos un pozo de iniquidad. El problema de este chalé en particular es que Pablo Iglesias Turrión aseguró por activa y por pasiva que él (no Irene) nunca se iría de su barrio, y que los políticos deben vivir donde siempre. Extendió la sombra de la sospecha sobre quienes compraban una vivienda. El escándalo se debe a su incoherencia, no a la inversión.

Que siguiese ella hablaría mucho de su empoderamiento. Disiparía las dudas sobre el posible enchufismo de cuando la hicieron portavoz de Podemos en cuanto comenzó su relación con Pablo Iglesias. Lejos de mí sugerir que fue su apasionada historia sentimental la que propició aquel ascenso. Irene Montero tiene, seguro, grandes méritos retóricos, etc. Pero ya sería más extraño que los que subieron unidos, desciendan también unidos. Todos los días de sus vidas en la salud y en la enfermedad, en la riqueza, ejem, y en el escándalo, ¿no resulta ya demasiado heteropatriarcal?

Por último, evitaría el chantaje de descabezamiento de Podemos que, quieran o no, plantea la consulta. Si la pierden, se irían ambos de los dos puestos más importantes del partido. No es lo mismo perder un líder que perder a dos, en el mismo momento, por razones traumáticas y sin recambio preparado. Si Irene no estuviese en cuestión, mitigarían el vértigo de los inscritos. Les permitirían expresarse con más desahogo.

No he dicho nada de la caballerosidad de Pablo Iglesias si declarase: "Eh, que toda la responsabilidad bumerán por la demagogia es mía. Irene siempre fue una luchadora por la vivienda digna, lo que, en cierta medida, implica bastante coherencia con su inversión en bienes raíces". No he dicho nada de eso porque la caballerosidad es personal como la conciencia, y más íntima y privada, incluso.

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