Pujolismo andaluz

Igual que Pujol se envolvió hábilmente en la senyera durante décadas, Díaz recurre asidua a la verde y blanca

El debate sobre el estado de la región dispara una alerta: la presidenta se confunde cada vez más con la institución que gobierna y con Andalucía. Camaleonismo. Igual que Pujol se envolvió hábilmente durante décadas en la senyera para defenderse de cualquier ataque político o judicial, Díaz empieza a dar síntomas de alta susceptibilidad a las críticas adversas y recurre asidua a la verde y blanca. A quienes le reprochan mala gestión o personalismo les cuelga el sambenito de propagadores de la Andalucía negra. Mal camino. Si sigue así, acabará por tacharlos de malos andaluces al estilo de Forcadell.

Este pujolismo andaluz no es un mal exclusivo de la señora Díaz, llamada siempre así por el jefe de los populares. Moreno imita a Aznar y ya ha tarareado alguna vez el "¡váyase señora Díaz!"; eso sí, con entonación calcada de Javier Arenas. (A pesar de que es muletilla clásica en él, el miércoles tuvo un desliz de tanto repetirse y le dijo "señora mía"). El presidente del PP andaluz sostuvo que el problema de Andalucía no es el paro sino Susana Díaz, un ladrillazo que sonó igual que la pedrada que le pegó Susana a Sánchez en el debate de las primarias: "tu problema no soy yo, Pedro, eres tú". Aquella derrota en las primarias de Díaz supuso un divorcio en la familia socialista, pendiente aún de la separación de bienes. Y fue también un fracaso para Juanma, que se frotaba las manos ante la posibilidad de enfrentarse en 2019 a un candidato socialista nuevo y va a tener que medirse con la campeona titular. También él se confunde; Díaz es un problema para su aspiración de ser presidente.

La presidenta ha situado su partido regional como lanzadera de un nacionalismo andaluz que apuesta por el proyecto común de España y reclama igualdad entre todos los territorios. Sólo le falta para ser coherente poner en cuestión privilegios fiscales como el concierto vasco o el convenio navarro. Su desafío, "diga lo que diga" el secretario general de su partido, la coloca en un espacio distinto al que ocupan Sánchez e Iceta en España y Cataluña. Si el PSC es un partido diferenciado del PSOE, ahora el PSOE-A también. Con más énfasis, porque gobierna.

Quizá la presidenta piense que puede ejercer en los próximos años un papel similar al que nacionalistas catalanes y vascos practicaron en el pasado; ayudar a la gobernabilidad nacional desde los reinos del Sur, en beneficio propio. El pujolismo institucional ha empezado con el corte de trajes para vestirse con la bandera.

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