La tribuna

eugenia Jiménez Gallego

Profesores como islas

LA educación de nuestros adolescentes tiene suficientes retos pendientes como para poner más piedras en su camino. Sin embargo, hemos comenzado el curso restando otra vez recursos a la educación andaluza. Ahora toca aceptar que las reuniones de coordinación y el asesoramiento que reciben los tutores por parte de los orientadores son de repente irrelevantes, aunque el año pasado eran muy importantes. Y resignarse a que por tanto su intervención con nuestros niños no tenga la calidad que debiera.

Todo comienza cuando este septiembre la Consejería de Educación se ve obligada a cumplir una sentencia judicial. Una sentencia que le obliga a modificar el horario de los profesores andaluces. Éste se divide en un máximo de horas lectivas (de clase), un determinado número de horas de horario regular (fijo cada semana para otras tareas) y el resto de horario irregular (para preparar clases y corregir, hacer cursos de formación, asistir a claustros y evaluaciones, que cada semana se puede distribuir de forma diferente).

El problema es que en el horario ahora establecido como regular es imposible cumplir todas las actividades que se nos requieren: guardias, atención a padres, atención individualizada a alumnos, tareas administrativas y además, reuniones de coordinación. La respuesta desde la Administración a este problema es el silencio. Que cada instituto se resuelva la papeleta como pueda, lo que aboca a diferencias de criterios entre centros y a discusiones agrias en los claustros. En unos casos se suprimen las reuniones semanales de tutores, en otros las de departamento.

Este problema se originó en la crisis económica, cuando para ahorrar presupuesto en educación, se aumentó el número de horas de clase que impartía cada profesor. Por ello, no sólo muchos jóvenes licenciados se quedaron sin empleo, sino que los docentes se quedaron sin horario suficiente para esas otras tareas. Ahora que los políticos pregonan que nuestros datos económicos están mejorando es cuando por justicia deberían recuperarse las condiciones de calidad educativa que la época de penuria obligó a mermar. Pero esto no lo vemos.

Hasta ahora los inspectores nos habían insistido hasta la saciedad en la importancia de coordinarnos semanalmente. Tiene lógica, puesto que la cooperación entre los docentes caracteriza a los sistemas educativos de mayor calidad. En concreto, se considera una de las diez claves del éxito finlandés que "los profesores no imparten tantas horas de clase como en otros países, sino que el tiempo que pasan en el aula es más reducido y destinan las horas restantes a preparar sus lecciones, investigar, organizarse o trabajar de forma colaborativa con otros docentes". Por eso las horas lectivas semanales de los profesores de Secundaria en Finlandia oscilan entre 14 y 18, las de los alemanes o franceses son 18, mientras que en España se aumentaron a veinte. No hay duda de que así se ahorran profesores pero no se invierte en calidad educativa.

En las reuniones que he mantenido estos años atrás como orientadora con los tutores hemos acordado pautas de intervención para prevenir el acoso escolar, para facilitar la adaptación al centro de los nuevos estudiantes, para mejorar las técnicas de estudio, la autoestima o la cohesión de los grupos. Los tutores han recibido información sobre los alumnos que necesitaban adaptaciones, que tenían seguimiento en servicios sociales o salud mental. También han estado puntualmente informados sobre las becas o sobre los estudios que puede cursar su alumnado y que cambian año tras año con cada nueva normativa. ¿Ya no son prioritarios estos temas?

Muchos todavía mantenemos la esperanza de recibir alguna alternativa desde la Consejería. Alguna respuesta que no priorice las horas de guardia sobre las de coordinación. Además, la razón de que hagan falta tantos profesores de guardia es otra medida de ahorro: no se puede pedir sustituto para un docente hasta quince días después de su ausencia, por muy prevista que esté. Otro despropósito, dejar tanto tiempo a los alumnos sin su profesor.

Está claro que necesitamos más docentes para cubrir tantas tareas como nos imponen. Lo contrario es fomentar que los profesores funcionen como islas, cada uno solo en su aula, que no compartan recursos ni pongan en común criterios, que no puedan ser convenientemente asesorados. Profesionales aislados que a faltan de coordinación y apoyos tengan que recurrir a la famosa improvisación española. ¡Buena suerte a sus alumnos!

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