Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

A estas alturas alguien ha tenido que caer en la cuenta de que se ha equivocado al excluir al Rey emérito de la celebración del 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas tras la dictadura. Lo que es de sentido común, lo que entiende cualquier ciudadano por duras que sean sus meninges, se convirtió en un problema irresoluble para cortesanos duchos en la intrincada ciencia del protocolo. A veces es necesario quitarse la chistera y cubrirse con una simple y popular boina (si es marca Elósegui, mejor que mejor) para pensar con claridad, pero esto no terminan de entenderlo en los salones del gran Madrid. El resultado final del desatino está ahí: el viejo monarca ninguneado y dolido; la Corona, en todas las comidillas del reino, y la tropa de Pablo Iglesias, relamiéndose ante la fisura abierta en una institución que es una pieza fundamental en el ordenamiento constitucional que pretenden destruir.

Estamos ante el primer conflicto de cierta relevancia entre la Casa del Rey y el monarca emérito, de eso que, siguiendo la moda, podríamos llamar plurimonarquía. Estas situaciones nunca son fáciles. El propio Carlos V, quizás la testa coronada más poderosa de todos los tiempos, tuvo que sufrir las quisquillosas cartas de Felipe II en las que le llamaba la atención por los gastos en que estaba incurriendo en su retiro, supuestamente monacal, de Yuste. Se ve que su afición a las ostras en escabeche y a la relojería eran un peso demasiado oneroso para la Monarquía hispánica. Tampoco fueron fáciles las relaciones entre el rey Juan Carlos y el Conde de Barcelona, uno de los grandes sacrificados de la Transición (no sólo la izquierda radical tuvo que renunciar a sus sueños). Es ley universal que las relaciones paterno-filiales están sometidas a perpetuas tensiones, más cuando hay coronas de por medio.

No se le puede regatear a don Juan Carlos su papel en la Historia de España, ni por cuestiones de protocolo ni, mucho menos, por cuestiones relacionadas con la "imagen de la Corona". Guste o no el resultado final, el Rey emérito fue una pieza fundamental en la llegada de la Democracia y lo lógico hubiese sido su presencia en el Parlamento el día que se celebraba el cuarenta aniversario de unas elecciones que nunca se hubiesen celebrado sin su aquiescencia e impulso. Como todos los personajes históricos que merecen la pena, la figura de Juan Carlos de Borbón presenta luces y sombras, pero no dudamos de que en el Juicio de Osiris pesará más lo bueno que lo malo. Lo menos que merecía era una invitación a contemplar su obra.

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