Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

De poco un todo

enrique / garcía / mÁiquez /

Prejuicios implícitos

CON frecuencia, cuando alguien va a sostener un momento una postura cercana a la de la Iglesia, por ejemplo, contra el aborto, suele arrancarse aclarando: "Yo, que no, no soy católico, pienso sin embargo…" A juzgar por la satisfacción que le producen sus propias palabras o por el magnético efecto que causan en la concurrencia, se diría que ha dicho una genialidad. Yo no lo creo.

Ese exordio es un insulto de racimo, aunque involuntario. Como es obvio o debería serlo, afrenta a los católicos. Empieza por marcar distancias. Presupone que no ser católico inviste de mayor autoridad, que asegura una independencia de juicio y que otorga patente para participar en un debate serio y científico. Apliquen ustedes el método de seguridad de sustituir un grupo por otro, e imaginen a un tertuliano sosteniendo, con gran gravedad: "Yo, a pesar de que no, no soy negro, estoy en contra de la esclavitud". Daría por sentado, implícitamente, que los que sí lo son sólo están en contra de la esclavitud por mero interés o por puro corporativismo, ¿verdad?

Pero después y sobre todo insulta a sus oyentes en general. Les sospecha o una complicidad o un prejuicio (si ignoraseis la buena nueva de mi no catolicismo, no me prestaríais atención) o una falta de inteligencia (cuando habla un católico, ya sé que no diferenciais sus razones de sus creencias).

Y aún hay algo peor. El embobamiento de amplios sectores del público católico con ésos que, sin serlo, defienden algo más o menos similar a lo suyo. "Lógico", deberían decir, alegrándose y ya; pero no: se sienten reafirmados, que es señal de que lo necesitan. También la derecha tiende a conceder un plus de legitimidad a las declaraciones favorables de gentes de izquierda o que en su juventud fueron, al menos, maoístas o estalinianos. En ambos casos se demuestra una triste desconfianza en los argumentos propios. Frente a la autoridad de la razón, la razón de la autoridad es la más endeble de las posiciones, como sostenía -si me permiten la voluta y la paradoja- la autoridad del Aquinate.

No hay que dar crédito a nadie por no ser católico, como tampoco por serlo. En cualquier debate, deberían sopesarse los argumentos, sin echarles un gramo de más ni restarle uno de menos, por esto o por no esto. Con la razón, en cambio, se va a misa. Huy, perdón, digo, al foro. O no, digo a misa y al foro, porque con la razón y la verdad se va a todas partes.

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