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La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Podemos... ser como la casta

Podemos dio el estirón antes de tiempo y ha de madurar con precipitación, escindido entre dos líderes y sin poder a repartir

Todavía debe estar maldiciendo Pablo Iglesias el día en que se le ocurrió hacer coincidir la asamblea ciudadana de Podemos con el congreso del Partido Popular. Para que se contrasten las diferencias entre unos y otros, pensó y dijo. Ya se ven las diferencias. El congreso del PP será una balsa de aceite alrededor de Mariano Rajoy, el partido está gobernando y ha habido casi que inventarse algunas discrepancias para que haya debate. El congreso de Podemos se presenta como una cita tempestuosa, con una organización partida en dos mitades y cuarto aproximadamente, choque de dos estrategias contrapuestas y dos egos superlativos, y augurio certero de vencedores y vencidos. Algo parecido a un desastre.

Así que coinciden sólo en el tiempo el XVIII Congreso del PP -partido viejo, de la casta por antonomasia-, reconfortado por ese decisivo instrumento de reconciliación y paz interna que es el ejercicio del poder y unánime en torno a un líder sin carisma, y el segundo congreso de Podemos, un partido nuevo, con vocación de derribar a la casta de la Transición, que ha dado el estirón antes de lo previsto (cinco millones de votos), forzado a madurar precipitadamente, escindido entre dos líderes y en el que no hay poder que repartir, sino expectativas de poder que conquistar, más tarde de lo soñado.

Lo grave de la crisis podemita es que la historia contemporánea de España demuestra lo siguiente: los ciudadanos castigan sistemáticamente en las urnas las divisiones de los partidos políticos que piden representarlos. Las castigan más que a la corrupción, más que a la falta de liderazgo carismático, más que a cualquier política sectorial. Pero más grave aún es que la respuesta de los dirigentes de Podemos a esta crisis reproduce las de los partidos tradicionales a las suyas. Las de la casta, vamos.

En estos meses, y supongo que hoy en Vistatriste, lo que hemos contemplado en la dirigencia de Podemos ha sido una lucha nada sorda por el poder, la formación de facciones irreconciliables que se disputan la hegemonía en los órganos internos, el estallido de cambios de lealtades, traiciones e intrigas, el clientelismo anudado con razones amicales o sentimentales... Todo lo que hace que muchos de los indignados del 15-M se lamenten decepcionados por quienes nacieron como instrumento político de aquella indignación.

Que no, que no nos representan, les dicen. Lo mismo que ellos gritaban a la casta. Qué pronto se les está haciendo tarde.

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