Realmente pienso que se debe a una catastrófica confluencia de fuerzas que nos hace colisionar a procesionantes y cía. y a servidora arpía. Me decido a compartir una de las enriquecedoras experiencias que viví hace un par de años. No recuerdo el paso, la hermandad, ni la fecha exacta, pero sí que era a la altura de ese cuello de botella que es la calle Compañía. La Madre de Dios hecha imagen y servidora estábamos paseando. Evidentemente, una de las dos fue invitada a dar un simpático rodeo. Aunque esa una de las dos, como comunicó al policía local que amablemente le cerró el paso, llegaba tarde a un tren. Y aunque esa una de las dos, y por estas cuestiones que sólo alcanzan a las hembras de nuestra especie y no a las efigies de nuestra especie, estaba visiblemente embarazada -policía local miró al cielo, en un modo Pilatos 3.0, cuando al respecto se le señaló el bombo-. Y ahora, hablemos de respeto.

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