EL ALAMBIQUE

Salvador / González / Mateos

Peligrosidad inadmisible

ANSIABA las demoradas lluvias y el agradable sonido de un chaparrón irrumpió entre mis sueños el pasado lunes. Una sonrisa me invadió, pensando que quizás fuera el preludio de un periodo generoso de lluvias. Me quede traspuesto pensando que al día siguiente vería los semblantes de mis vecinos relajados y contentos, frente a tanta crispación de los pasados días ventosos. En la mañana del martes, un sol radiante invitaba al paseo y dirigí mi deambular hasta el fondo de la Hijuela del Tio Prieto. Cuando llegue al paralizado barrio de Los Almendros, me asaltó la popular frase "nunca llueve a gusto de todos". ¡ Que desastre y que peligro! Las calles deszanjadas mas de un metro e inundadas de agua con marañas de cables por doquier. Vecinos intentando salir de sus casas sorteando la riada, el cableado y esforzándose por no resbalar con el barro. Vi chavales que con sus mochilas se dirigían hacia el colegio, a punto de caer junto a una de las arquetas de electricidad. Un despistado automovilista que intentando alertarlos, se estampó con su coche contra la monumental arqueta sobresaliente de la alcantarilla. Los muros por la acción del agua mostraban sus descarnados cimientos y de seguir así sufrirán un deterioro irreversible. Algunas entradas de las casas, colgando en las calles, parecían de Cuenca.

La mayoría de los vecinos de las Emas queríamos las casas para vivir y no para especular. Jubilados, autónomos, concejales de antes y de los de ahora, funcionarios autonómicos y municipales. Policías nacionales y municipales, de la secreta, periodistas, militantes ecologistas y miembros de todos los colores políticos. Pero sobre todo currantes que han volcado el esfuerzo de su trabajo y de su familia en una vivienda digna. La maldición del planeamiento de nunca acabar que han sufrido los portuenses no se les puede imputar. Otros, que "legalmente" burlaron la ley, si que se forraron. Y los niños de ese barrio, a muchos de los cuales los he visto crecer mientras venían a jugar al local y a la pista de la Andreita, ahora están prisioneros sin poder salir de sus casas, acechados por peligros mortales.

¿Es justo? ¿Qué pasará si llueve como se necesita ?

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