'Pavo frío'

Cada vez somos más dependientes de la tecnología y menos resistentes a la frustración

Cada vez somos más dependientes de la tecnología y menos resistentes a la frustración. Ahora mismo me he quedado sin conexión a internet por culpa de una avería y estoy sufriendo una especie de síndrome de abstinencia aguda, eso que en los años setenta, en el lenguaje underground, se llamaba el monazo, el cold turkey, el pavo frío de los yonquis. Supongo que ya conocen esas historias de adictos tiritando en un rincón por la monstruosa sensación de frío que les causaba la ausencia de heroína. Bueno, pues algo así estoy sufriendo ahora mismo. Y todo porque he perdido una conexión a la que me había acostumbrado como si formara parte de mi propio riego sanguíneo.

Hace veinte años nadie podría entender lo que me está pasando, pero ahora mismo esta experiencia forma parte de la vida diaria de millones de personas. La adicción a los móviles y a internet está llegando tan lejos que miles de automovilistas consultan el móvil o envían mensajes de Whatsapp mientras están conduciendo, sin saber que están jugando con su vida y con la vida de los demás. Siglos y siglos de experiencia evolutiva que nos habían enseñado a anticiparnos con inteligencia a todos los riesgos han desaparecido de golpe de nuestra memoria. Al conectarnos, al entrar en Whatsapp o Twitter o Instagram, la vida real desaparece y todos empezamos a habitar en esa realidad paralela en la que no existen los contornos afilados de la experiencia. Y todos, sin darnos cuenta, sufrimos una violenta regresión que nos transforma en seres sin memoria y sin voluntad, sujetos a bruscos cambios de humor que muchas veces ni siquiera sabemos por qué ocurren.

Ahora mismo, millones de adolescentes -y también adultos- sienten algo así como una amputación traumática si pierden el móvil o se quedan fuera de cobertura. En Francia se ha prohibido a los alumnos entrar en clase con el móvil para que se concentren mejor en las clases. La medida suena muy bien -es más, es imprescindible-, pero me pregunto cuánto tiempo falta para que estalle una revuelta de estudiantes encolerizados por el síndrome de abstinencia. En España, desde luego, ningún Gobierno se atrevería a tomar una decisión así, por miedo a semanas y semanas de huelgas y de manifestaciones. Es el mundo de las nuevas adicciones que nadie sabe cómo lograremos superar. Si es que algún día las superamos, claro.

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