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de poco un todo

Enrique / García-Máiquez

Pasos de baile

LOS primeros movimientos del nuevo Gobierno y de la nueva oposición los hemos comentado aquí porque es nuestro deber. Pero el verdadero análisis podría haberse limitado a subrayar su condición de pasos de baile o de aperturas muy previsibles de ajedrez o de puntual paseíllo de tarde de toros.

El Gobierno ha entrado llevándose las manos a la cabeza por la herencia recibida, que no es para menos, y poniendo caras de sorpresa, que sí son más teatrales, y exagerando cuanto ha podido con el pesimismo, dentro del escaso margen para la exageración que le quedaba. ¿Qué iba a hacer? Cuanto peor pinte la situación actual, más tragaremos nosotros y más resaltarán los logros que consiga con su gestión. La sinceridad reconociendo la situación desastrosa no es tanto por virtud y amor a la transparencia, como le alaban, como por estrategia: esa situación que transparentan con fruición tiene otros responsables. Ya veremos si son tan sinceros con los datos de su propia gestión, si vienen mal dados, aunque esperemos no verlo, por el bien de todos.

A esa entrada, la oposición ha respondido con gesto conciliador, como dejándose llevar al ritmo de la música marcada. No es un cambio de naturaleza del PSOE, siempre tan combativo, sino parte de los pasos del baile. Acaban de salir del poder y se saben responsables del panorama desolador, y se sienten desollados por las urnas, y tienen que aclararse ellos. Si se salen del guión previsto, el Gobierno les puede susurrar, como ha hecho enseguida al primer leve pisotón: "¡Cuidado, que salto!"

Hasta ahora, pues, la política nacional ha seguido los compases iniciales a la perfección, sin apenas disonancias. La subida de impuestos, aunque contraria al programa del PP, era un contundente brochazo de negro en esa escenificación de la sorpresa ante el panorama más oscuro aún de lo imaginado. Quizá la única nota de color han sido las reformas propuestas por Ruiz-Gallardón. Por lo que han tenido de originales e inesperadas, se han encontrado con una verdadera reacción de la izquierda política y mediática. Lo demás, en general, ha sido teatro.

Conste que dejo constancia de ello sin hacer un juicio negativo. En la vida social e institucional de un país, los ritos son importantes, y no sólo eso, sino necesarios, y además imprescindibles. Se ha hablado de los cien días de Gobierno como un tiempo de cortesía que se concede por parte de la oposición antes de lanzarse a la crítica. No es cortesía, aunque está bien que se disfrace así de elegantemente, sino necesario resuello y toma de distancia. Todo parece indicar que el plazo aproximado de los cien días está tocando a su fin, que la reforma laboral es el sonoro pistoletazo de salida (por eso, Rajoy la ha retrasado cuanto ha podido) y que ya se acabaron los pasos de baile y las aperturas de ajedrez de manual. Ahora empieza el gobierno del PP. Que Dios reparta suerte.

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