Cualquiera que diga que el humor tiene límites está reventando la fiesta. Por esencia y definición, no, no los tiene. A mí me pueden parecer lamentables gran parte de las viñetas de Charlie Hebdo (todos éramos Charlie, ¿recuerdan?), pero no por eso pensaría que deben prohibirse. La clave es, imagino, saber que no van en serio, que son sólo una exageración y un golpe de surrealismo. En fin, un chiste. Como Manel Fontdevila se ha cansado de repetir, la cuestión no es si un chiste es o no divertido, obsceno o soez. La cuestión es si puede serlo. Para la ciencia, la clave en la línea de flotación del humor está en la distancia, ya sea mental, física o temporal. Desde luego, a cualquiera le puede escocer una broma -aunque lo sano sería que todos nos supiéramos reír de nuestro propio cliché- , pero si medimos el humor por a quién molesta, terminaremos quedándonos sin él.

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